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Habla siempre. Di más. Tal vez si hablaras un poco más un poco más aún, acaso la palabra que buscas al fin salir podría de su prisión, llenar el mundo con su latido… Josefina Plá

Este poema de la “Poderosa Josefina” ‒como la adjetiva un seminario en su homenaje que se realiza durante este marzo‒ está en la primera página de un folleto titulado “Una mirada sobre el feminismo en Paraguay” publicado en ocasión del Segundo Encuentro Feminista en 2005. Es un texto acertado, porque las mujeres debemos seguir diciendo mucho para encontrar nuestra propia palabra en la historia, todavía contada desde el poder hegemónico, donde las luchas son de los caudillos y las conquistas son militares, no ciudadanas ni colectivas.

En 2015, el 8 de marzo se festeja de forma contradictoria: desde los medios masivos y el mercado, con flores y mucha publicidad rosa; desde el movimiento social y el progresismo, con marchas por nuestros derechos y contra la discriminación. Es la tónica de los tiempos que vivimos las mujeres movilizadas, con una diversidad creciente en las ciudades y maravillosa fuerza organizativa en el campo, pero también enfrentando fortalecidos fundamentalismos políticos, económicos y culturales.

Fruto de esos avances a medias hacia la igualdad y del esfuerzo de compañeras que investigaron esa otra historia del Paraguay, la lucha de algunas mujeres es hoy conocida en parte. Las concepcioneras, Ramona Ferreira, Serafina Dávalos, las vendedoras del Mercado central de Asunción, Virginia Corvalán, las sufragistas locales y las primeras organizaciones feministas conocidas, nombres que resuenan y van posicionándose en la historia. Este artículo busca otros nombres y palabras, para mirar la lucha por la igualdad de género en el espejo del tiempo

 

Y Galeano ayudó a inmortalizar la leyenda de la India Juliana. Un relato cargado de rebeldía y rabia. Lo escrito sobre ella es escaso en términos de historiografía, más frecuente en cuentos y novelas. Dice que fue hija de un cacique guaraní que sometida en matrimonio forzoso como tantas otras mujeres indígenas desde la llegada de los españoles. La noche del jueves santo de 1539 mató a su “esposo” Nuño Cabrera e incitó a su pueblo a levantarse. Se registra como una de las primeras sublevaciones indígenas al régimen colonial.

En tiempos recientes, lo poco que se sabe sobre la India Juliana inspira desde grupos urbanos de acción y discusión feminista ‒como el creado en la ciudad de Luque alrededor del año 2000‒ hasta comités de mujeres campesinas sin tierra. “Entonces le cambiamos el nombre al comité y le pusimos India Juliana, que es el nombre actual de la comisión de mujeres. India Juliana había muerto en una lucha, defendiendo sus derechos, por eso adoptamos ese nombre para nuestra comisión”, cuenta Mirian Rotela de la Organización de Lucha por la Tierra (OLT) en Caazapá.

No tenemos una historia detallada de las mujeres indígenas que habitaban el actual territorio paraguayo. “Lo que sabemos de la mujer guaraní de la época de la colonia ha sido exclusivamente transmitido por la mirada del hombre”, afirma Marilyn Godoy en La conquista amorosa en tiempos de Irala (Base Is, 1995). Sí tenemos las palabras de valientes lideresas de pueblos originarios, que hoy disputan visibilidad en el espacio público, hablando desde esa memoria colectiva de pueblo en resistencia. “Nos aprieta cotidianamente la triple discriminación que sufrimos por ser mujeres, indígenas y pobres” señala la declaración del Primer Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas, realizado a mediados del año pasado.

Hoy, ellas impulsan sus propias plataformas. Aunque todavía son pocas en los espacios organizativos, están insertas en partidos políticos y lideran organizaciones nacionales como la CONAMURI.  Bernarda Pesoa, del pueblo Toba Qom, lidera desde octubre de 2014 la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, organización pionera que articula las reivindicaciones de género y clase de mujeres campesinas e indígenas. Resisten junto a sus comunidades y, al igual que las mujeres campesinas, tienen la lucha por la tierra y la soberanía alimentaria entre sus prioridades. Pero no se olvidan de denunciar la violencia contra las mujeres que, junto a otras discriminaciones basadas en género y raza, las golpea de forma cotidiana.

Contar la historia de las mujeres paraguayas y sus luchas es un camino que precisa ser más transitado. La historiadora Ana Barreto ejemplifica bien el problema que trae el querer contar la historia de las mujeres desde una perspectiva tradicional, es decir, masculina: “Del siglo XIX sólo nos quedarían mujeres con ramos de flores y colores de la bandera, organizadoras de procesiones, donantes de joyas y portadoras de armas de guerra”. Lo mismo pasa si intentamos explicar la lucha de las mujeres contra la violencia de género desde esa perspectiva: sólo hablaríamos de lo que registra la historia política e institucional reciente.

Pero antes de la lucha por la igualdad ante la ley y las experiencias exitosas de incidencia en materia legislativa de los últimos treinta años, muchas mujeres intentaron cambiar la situación de explotación patriarcal que vivían con intentos como el de Agustina García. Según el relato histórico, su caso no fue muy diferente al de Lucía Sandoval, 170 años después. La denuncia se realiza luego de años de maltratos sicológicos y físicos y el difícil paso de decidir dejar al abusador trae consigo agresiones aún más violentas: “no contento con amenazarla, Zambrano consigue un lazo, lo pone alrededor del cuello de la mujer y sacándola al patio, la cuelga del gajo de un árbol”.

El actual y difundido caso de Lucía Sandoval, mujer víctima de violencia doméstica que estuvo recluida tres años acusada por la muerte de su pareja, muestra cuán cuesta arriba es todavía la lucha de las mujeres en una sociedad que permanece machista. Recurriendo a la justicia, Lucía consiguió medidas de protección a través de la Ley 1600 contra la violencia doméstica. Pero al tener que entregar ella misma la orden del juzgado a su agresor, se desencadenó el fatal episodio.

Hoy, gracias a su entereza y a la movilización de mujeres, grupos feministas y organizaciones de derechos humanos, Lucía Sandoval está en libertad. Convertida en un ejemplo de resiliencia, defiende el derecho a un juicio justo frente a hechos de violencia basada en género y apoya iniciativas legislativas que buscan mejorar la actuación del Estado frente a esta epidemia de violencia machista. Es la primera mujer afectada por violencia convertida en símbolo de lucha, superando de forma pública la criminalización y revictimización ocasionada por un sistema de justicia ineficaz y el sexismo en los medios de comunicación.

La Ley contra la violencia doméstica, esa que le falló a Lucía Sandoval y a otras tantas mujeres, fue aprobada en el año 2000. En perspectiva, fue uno de los logros más importantes de los grupos feministas y organizaciones de mujeres, mayormente urbanas, que surgen a partir de la década de los ochenta, consolidándose en ONG o como parte de sindicatos, grupos de profesionales o espacios vinculados a partidos políticos.

Es en los últimos veinte años donde suceden los cambios institucionales que permiten a las mujeres ejercer ciudadanía y seguir buscando la igualdad real de oportunidades. Hoy ya no existen impedimentos legales ni explícitos para que las mujeres opinen, voten y ocupen cargos públicos; la Constitución Nacional reconoce que hombres y mujeres tienen iguales derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales; la Ley 834 del Código Electoral establece el porcentaje del 20% para asegurar la promoción de la mujer a cargos electivos y han sido modificados los principales códigos: civil, electoral, laboral y penal.

Pero todavía quedan cambios legales urgentes que la clase política sigue retrasando. “Hace más de cien años compañeros murieron en Chicago por 8 horas de trabajo, y en este momento por Ley las trabajadoras paraguayas tenemos que trabajar 12 horas y nada más que 40% del salario mínimo. Eso duele mucho”, decía la sindicalista Amalia Romero, una de las precursoras de la organización de las trabajadoras domésticas remuneradas. El año pasado, el Senado dio media sanción al proyecto de ley de trabajo doméstico, pero hizo modificaciones a la propuesta de las trabajadoras organizadas, manteniendo la discriminación en cuanto a salario y horas laborales.

Y las deudas no quedan ahí. Está la Ley contra toda Forma de Discriminación, rechazada por el Congreso también en 2014, que serviría para frenar el grave impacto del sexismo en toda la sociedad, particularmente en grupos como las lesbianas, las mujeres monolingües guaraní, campesinas e indígenas, y las adultas mayores. Y podemos seguir con la ausencia de reconocimiento, las limitaciones legales y la permanente amenaza para los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres en el país, con proyectos de ley e instrumentos de políticas públicas rechazados, como el Marco Rector Pedagógico en Educación Integral de la Sexualidad. Todo por la presión ejercida desde sectores fundamentalistas religiosos y la bajísima calidad de nuestra democracia, sumida en la desigualdad económica de un modelo de desarrollo injusto, sin paridad en la participación política de mujeres ni respeto a los derechos humanos de la población.


*Carolina Thiede Arias: Feminista y comunicadora social. Integrante del Equipo Feminista de Comunicación

Referencias

[1] Viveros, Diana (2011). Personajes históricos del Paraguay: India Juliana. En línea: https://vivapy.wordpress.com/2011/04/27/personajes-historicos-del-paraguay-india-juliana/

[2] Centro de Documentación y Estudios (2012). Informativo Campesino N° 251, p. 9-10. En línea: http://www.cde.org.py/wp-content/uploads/2015/02/Informativo-Campesino-251.pdf

[3] Barreto, Ana (2011). Mujeres que hicieron historia en el Paraguay, Servilibro, Asunción.

[4] Barreto, Ana (2011).