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Una zona geográfica y cultural que incluye partes del norte de Argentina, Bolivia, Paraguay y sur de Brasil. El Gran Chaco es una casa de 600 mil kilómetros cuadrados en una caliente región semiárida, con un vasto ecosistema y alrededor de 40 grupos étnicos diferentes.

Pocos ecosistemas del continente sudamericano exigen tanta atención como la selva amazónica. Pero su hermano pequeño, el menos conocido, el Gran Chaco, ciertamente presenta lucha cuando se trata de grandeza.

De la misma manera que a sus comunidades indígenas, vastas extensiones de territorio del Gran Chaco Americano, se habían ignorado hasta que la región se vio en la mirada de la agroindustria a gran escala en busca de sacar provecho de la rápida expansión a la demanda mundial de soja argentino. 

La producción ganadera en expansión hacia el norte de la región también ha jugado un papel en la disminución de los bosques en el Gran Chaco, de una manera similar a la industria ganadera de Brasil en el Amazonas.

El pueblo Ayoreo de Paraguay occidental, que incluye a los últimos pueblos indígenas no contactados al sur de la Amazonía, tienen un enemigo que ellos llaman “la bestia con piel de metal y atacante del mundo”. Sus lanzas no pueden penetrar en sus flancos. La bestia en cuestión no es una criatura mitológica. Se trata simplemente de la excavadora, que desgarra a través del Gran Chaco, el bosque donde viven los Ayoreo.

Entre 1990 y 2011, Paraguay perdió más de tres millones de hectáreas del bosque chaqueño, desplazando a los Ayoreo y amenazando a sus habitantes, grandes y pequeños, incluyendo armadillos gigantes, monos aulladores, y tapires.

La tasa de deforestación de la región del Gran Chaco en octubre de 2014, fue 73.968 hectáreas, la cifra mensual más alta registrada desde que la organización Guyra Paraguay comenzó a monitorear el cambio de uso de la tierra en el Chaco en 2010.

Otra víctima de la deforestación, Argentina, debido a la agricultura en expansión también está amenazando al Chaco, una de los más grandes biomas forestales de América del Sur.

El majestuoso jaguar (panthera onca), el más grande de los felinos del continente, se encuentra al norte en los estados del sur de los EE.UU., y por el sur hasta el norte de Argentina, pero su alcance se ha reducido por la pérdida de hábitats y el aumento de las perturbaciones humanas.

En general, los jaguares son clasificados como “Casi Amenazado” por la UICN, pero el nivel de los jaguares en riesgo varía según la región. Las poblacion en Argentina, en el límite sur, ha sido previamente identificada como una de los más amenazadas en América del Sur.

Un estudio recientemente publicado en la revista de la Fauna y Flora Internacional Oryx, apunta a una conclusión sorprendente: la población de jaguares en el Chaco argentino está en crisis y en riesgo inminente de extinción local. La conversión del hábitat del jaguar a la cría de ganado y la persecución de los jaguares mismos son los principales impulsores de esta disminución de la población.

El número de jaguares cazados reportados en entrevistas se puede utilizar como un indicador de la abundancia de la especie, y el estudio encontró que esta se ha reducido diez veces en la última década.

En lugar de indicar un cambio en la práctica de la caza, o en la percepción de los jaguares como una amenaza para el ganado y la gente, esto refleja la velocidad a la que la gente local ahora entran en contacto con los jaguares.

La deforestación continúa a buen ritmo con vastas áreas que están siendo taladas para el monocultivo de soja, del cual Argentina es ahora uno de los principales productores del mundo.

Esto ha afectado seriamente a las tribus y a la vida silvestre, cuyo entorno tradicional está siendo destruido. Mientras tanto, todos los días los planes o programas de conservación se quedan cortos frente a “la Bestia con la piel de metal”.