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Sergio Gómez, Consulotr de la FAO en América Latina propone el diálogo y la negociación como el espacio para resolver los conflictos por la tenencia de la tierra en los países de América Latina. Indica que en los últimos años este problema se ha agudizado en nuestra región.

¿Cuál es el origen de la preocupación del problema de la gobernanza y tenencias de tierras?

–Pero hace seis años, cuando ocurre un alza de los productos agrícolas, se encienden las alarmas por el tema del hambre y, paralelamente, aparecen noticias en los medios de comunicación acerca de la compra de grandes extensiones de tierras en África y Asia. Ahora los compradores no son inversionistas nacionales, sino son países, entre China y los del Golfo Pérsico, que están preocupados por el abastecimiento de sus poblaciones.

Se imagina a China e India, países que tienen un proceso de desarrollo importante y millones de personas que comienzan a cambiar sus hábitos alimenticios por carne vacuna o pollo, lácteos, por lo que no existirá una oferta en el mundo que pueda soportar dicha demanda.

–¿Y quiénes son los que compran y para qué compran tierras en América Latina?

–Se realizó un estudio en 2010 para ver qué pasaba con la propiedad de la tierra en nuestra región. Y para sorpresa nuestra, encontramos un dinamismo del mercado.

–¿Se repetía el mismo fenómeno?

–Sí se repetía con sus especificidades. La primera constatación es que Argentina y Brasil tenían una gran concentración. Pero también vemos otras formas de concentración y extranjerización de la tierra. Los inversionistas eran países, fondos de inversión de empleados públicos, profesores, que ponían el dinero de su jubilación.

Se compra para diversos fines. Un ejemplo típico es un sistema denominado pool de siembras en Argentina, donde un grupo económico tiene 150,000 hectáreas y también compran tierras en Uruguay, Paraguay y Brasil.

En total, la empresa cuenta con un millón de hectáreas para dedicarse a la soya, que puede ser llevada al mercado como alimento, forraje para animal o para otros fines industriales. La misma concentración ocurre en la caña o la palma para producir biocombustibles.

–¿Cuáles son los principales problemas del Estado para intervenir?

–Nosotros estamos convencido de que el problema de la tenencia de la tierra no tiene una sola solución, como podría ser una reforma agraria. Las razones son tan diversas no solo en América Latina, sino también en cada país. Por ejemplo, no tiene nada que ver la cuestión de la tenencia de la tierra en la costa, sierra y selva en el caso peruano.

–¿Cuál es el principal reto?

–El Estado enfrenta ahora un nuevo tipo de empresa y tenemos que organizar una discusión, como ya realizó Europa y Estados Unidos.

Hoy el Estado tiene que ser un gran articulador entre esta empresa moderna, que tiene responsabilidad corporativa, y una sociedad civil, que está empoderada.

El Estado no solo debe llamar a la mesa de negociaciones, sino también debe tener una visión, una posición clara desde el inicio . En unos casos, estará más cerca de las comunidades afectadas; en otros, más próxima a la propiedad privada.

Nosotros planteamos estos espacios de diálogo entre las fuerzas sociales y las grandes empresas. No se trata de expulsarlas, sino que tienes que negociar, por ejemplo, que la mano de obra sea local o que se conserven los derechos sobre el agua.

Una metodología

Para Gómez, existe una enorme precariedad de los derechos de tenencia en indígenas y en las mujeres y jóvenes en América Latina. Sin embargo, se debe destacar la experiencia de Guatemala y Chile. El especialista de la FAO destaca que la población necesita un acuerdo sobre las tierras y que es absurdo que las empresas gasten millones en seguridad. La comunidad debe ser su aliada.

Sobre el Perú, señaló que no necesita crearse otra instancia u organización. “Aquí no hay recetas, sino metodología para enfrentar el problema”, sentenció.