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No es porque no quieran, sino porque no tienen una escuela a su alcance: en los parajes rurales, 1 de cada 4 adolescentes no va a la secundaria, según datos oficiales. La tasa de inasistencia en estos parajes (27%) es 5 veces más alta que en las ciudades más ricas del país (5%), de acuerdo con una investigación de Cora Steinberg sobre desigualdades sociales y educativas.

A nivel nacional, en tanto, el 83,9% de los adolescentes asisten a la secundaria. Pero ese promedio encubre las amplias brechas que existen entre los chicos de zonas urbanas y zonas rurales; entre los más pobres y los de mayores recursos. En definitiva: aún está muy lejos de cumplirse esa consigna según la cual Argentina podría ser un país en el que “nazcas donde nazcas, tengas las mismas oportunidades”, según suele decir el ministro Esteban Bullrich.

Las últimas cifras oficiales del Ministerio de Educación indican que, mientras las primarias rurales tienen 458.656 alumnos, las secundarias de esa modalidad apenas suman una matrícula de 289.593 estudiantes: un 37% menos. Aunque este nivel educativo es obligatorio desde hace 10 años, las zonas rurales con población dispersa siguen siendo parte del “núcleo duro” más difícil de escolarizar.

Un informe de UNICEF explica que la razón principal se relaciona con los elevados costos de la secundaria tradicional (a diferencia de la primaria, cada curso requiere al menos 10 profesores) y la falta de personal docente.

Existe un gran déficit de cobertura en este nivel: aunque hay 10.707 escuelas primarias rurales en todo el país, solo existen 3667 secundarias de esa modalidad. Aumentar la escolarización en secundaria también supone enfrentar otros desafíos propios de las zonas rurales “dispersas”, como los altos índices de necesidades básicas insatisfechas (31,4%), la maternidad adolescente y la temprana inserción laboral de los chicos.

Aún falta avanzar en infraestructura e innovaciones pedagógicas para garantizar el acceso de los alumnos a la secundaria.

En el nivel primario, en tanto, los datos de las evaluaciones muestran que, tras la mayor llegada de recursos a las escuelas en la última década, los estudiantes de escuelas rurales logran desempeños iguales o mejores que sus pares de escuelas urbanas. Según un informe de Unesco a partir de los resultados de la prueba latinoamericana TERCE, en los últimos diez años los aprendizajes en las escuelas rurales argentinas mejoraron a tal punto que los chicos no solo equiparan a los alumnos urbanos en lectura y matemática, sino que los superan en el área de ciencias.

 

Fotografía y Texto: El Clarín