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En Chile existe un conflicto político, étnico y territorial que se ha extendido durante siglos, sin encontrar aun una solución diplomática competente. La comunidad Mapuche, que en su idioma natal significa 'Gente de la Tierra', es uno de los pueblos originarios más representativos de este país latinoamericano y hasta el día de hoy se esmera en cultivar sus raíces e identidad, pero la tarea no ha sido nada fácil.

La contextualización histórica es fundamental para hablar sobre un tema tan amplio y complejo como lo es el conflicto Mapuche-Estado. ¿Dónde? Al inicio de todo. Como explica a VICE News Pablo Millacura, profesor y coordinador del Plan Pueblos Originarios y Nuevas Etnicidades de la Universidad de Chile, "los antecedentes de esta problemática parten en el siglo XVI, en lo que algunos llamamos `el encubrimiento de América`, ya que no se puede descubrir lo que existe. En este proceso se le niega a los americanos su originalidad, de manera violenta e imponente, y el continente comienza a transformarse, a la fuerza, en una mala copia de Europa".

Este violento proceso de conquista usurpó no solo el legado cultural del pueblo Mapuche —y de paso de todo el continente americano —, sino también un vasto territorio ancestral que abarcó aproximadamente 10 millones de hectáreas.

Una vez que Chile comenzó el proceso para convertirse en un Estado-Nación independiente hacia finales del 1800, esta gigantesca región perteneciente a la comunidad Mapuche y que se extiende a lo largo de toda la región de Araucanía en el centro-sur del Chile, fue lentamente poseída por la naciente república. Mediante un feroz proceso de ocupación militar, conocido como la `pacificación de la Araucanía', el territorio Mapuche fue violentamente reducido a solo un 5 por ciento de su extensión original, entre 1860 y 1883, con el fin de aprovechar estas tierras, transformándolas en ciudades e instalando instituciones estatales.

Como indica el profesor Millacura, "este mal llamado proceso de pacificación, responde a la lógica de países latinoamericanos que se estaban consolidando como naciones independientes. Entonces, los gobiernos de aquella época decidieron invisibilizar a los pueblos originarios para poder explotar los territorios, con el fin de sumar montos de dinero, necesarios para la construcción de un país soberano. Se necesitaban recursos y esa zona era ideal".

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El resultado de todo esto se refleja en el aplastamiento cultural y territorial delos Mapuche, donde además el estado de Chile, bajo una lógica de ciudadanía e igualdad, obliga a este pueblo ancestral a sumarse a la república independiente, pasando por alto su particularidad cultural, negándoles el derecho territorial anterior a la conformación de este nuevo Estado.

"Las consecuencias del proceso de ocupación de la Araucanía son cultural, étnica y territorialmente violentas. El pueblo Mapuche pierde, es víctima de la acción violenta del estado, por lo tanto los procesos de asimilación o emigración del pueblo Mapuche a la ciudad no son un acto voluntario, es el resultado de un proceso de guerra. En esto debemos ser muy claros, ya que las ambigüedades podrían llevar a la idea de que la comunidad indígena de Araucanía, bajo un espíritu de emprendimiento, decide dejar el campo para llegar a la gran ciudad, eso no es así', destaca Pablo Millacura.

Con los años y la historia corriendo, la 'Gente de la Tierra' debió enfrentarse a la modernidad, resistiendo de manera implacable a diluir su tradición por completo dentro de la burocracia y la institucionalización de Chile. Desde instrumentos jurídicos hasta un violentismo directo, el Estado siempre intentó "civilizar" a los Mapuche.

Como medida frente a esta situación, decidieron entrar al juego bajo reglas chilenas y la comunidad Mapuche se organizó en diferentes agrupaciones culturales y políticas para exigirle al Estado las demandas acumuladas con los años. A principios del siglo XX y en adelante nacen organizaciones políticas como la Sociedad Caupolicán Defensora de la Araucanía, la Federación Araucana o la Unión Araucana, todas con distintos enfoques y corrientes políticas, pero unidas bajo el ideal de recuperar las tierras usurpadas por el estado.

Esta fue la forma en que los Mapuche ingresaron en el escenario político del país para exigir el respeto de sus derechos y respuesta a sus ya numerosas demandas. Si bien esta movida política entregó algunos resultados, los mismos fueron escasos e insuficientes, por lo que hasta década de los 60 algunas agrupaciones Mapuche decidieron buscar respuestas mediante acciones más tangibles.

De la reforma agraria al conflicto actual

Así comenzó un proceso histórico para el país y para la comunidad Mapuche, pues diversas agrupaciones comenzaron a instalarse en fundos que en ese momento pertenecían a particulares. En 1962 se gestó el primer congreso provincial de campesinos e indígenas de Cautín, localidad perteneciente a la región de Araucanía, donde diversas organizaciones exigieron la devolución de tierras usurpadas.

La toma de territorios estuvo en alguna medida, respaldada por el estado de Chile, gracias al desarrollo de la reforma agraria, proceso que ayudó a expropiar terrenos de latifundistas, entregándolo a campesinos y familias Mapuche.

Si bien la reforma agraria se desarrolló a lo largo de tres gobiernos distintos, su punto máximo de aplicación fue gracias al ex presidente Salvador Allende, quién apresuró el ritmo de las expropiaciones y legitimó las demandas Mapuche. Hacia 1972 el gobierno de Allende devolvió más de 100 mil hectáreas, una cifra histórica que lamentablemente duró muy poco tiempo.

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Además de la devolución de tierras, Allende creó el Instituto de Capacitación Mapuche, al alero de la aprobación de una nueva ley indígena, que para su tiempo se presentaba como la más vanguardista respecto al resto de Latinoamérica en materia de políticas públicas a favor de los pueblos originarios. Esto último se produce gracias a las presiones ejercidas por la naciente Confederación Nacional Mapuche.

Ese fue el mejor escenario que vivió el conflicto Mapuche-Estado hasta la fecha. Obviamente todo eso se desmoronó con la llegada de la dictadura militar que entre muchas cosas revocó los acuerdos y expropiaciones que otorgó la reforma agraria, vendió gran parte de los terrenos a empresas forestales y particulares, retrocedió abismalmente en las políticas públicas para pueblos originarios y a punta de represión y violencia se hizo uno de los daños más grandes a la cultura de Araucanía.

En 1978 se decretó la ley 2.568 que garantizó la propiedad privada de los fundos a empresas y extranjeros coloniales, liquidó a las comunidades Mapuche e invalidó la identidad del pueblo araucano, enfatizando la idea de 'igualdad', que más que garantizar la igualdad de derechos se enfocaba en asegurar que en Chile solo hay chilenos, no Mapuche ni ningún otro pueblo originario.

Medios de comunicación, estigmatización y estereotipos

Durante la dictadura se produjeron daños irreparables que calaron hondo en esta comunidad. Pero además de la violencia física y cultural, en Chile se orquestó una sesgada construcción mediática que afectó al imaginario de los ciudadanos chilenos respecto al rol del Mapuche en su sociedad.

Paula Huenchumil, Mapuche y encargada de prensa del Plan Pueblos Originarios y Nuevas Etnicidades de la Universidad de Chile señala a VICE News que, "los medios de comunicación en general, tienen dos líneas para hablar sobre este tema, que es de desde lo conflictivo, la criminalización, la crónica roja, como si solo se tratara de un tema policial. La otro es la folclorización del pueblo Mapuche, es decir, se les muestra como seres extraños, lejanos, exóticos y simpáticos que solo aparecen en ferias artesanales y venden merkén. Estas dos formas con que los medios dibujan al Mapuche, reduce su imagen al indio bueno folclorizado o el indio malo, flojo y anarquista que quema camiones".

Aunque últimamente esto ha cambiado gracias al trabajo de medios independientes y portales de contrainformación Mapuche, la opinión pública sigue manteniéndose al margen de lo que medios oficiales exponen.

Según José Miguel Labrín doctor en Comunicación, Cambio social y Desarrollo, el rol de los medios en este problema ha sido clave: "Estamos frente a una situación de interés público, los medios tienen el deber de cubrir el tema de la reivindicación indígena, tienen que mostrar de qué se trata. No podemos negarle la cobertura a esta clase de situaciones", cuenta a VICE News.

"Si por ejemplo hay una quema de un camión maderero o hay un atentado a un fundo, los medios tienen que cubrirlo, el tema es cómo lo cubren, porque si se cubre sensacionalistamente, tratando de criminalizar a los Mapuche, reduciendo el problema a una situación puntual y no a la perspectiva histórica, los medios no están cumpliendo su rol social de generar un debate público con respecto al tema de la reivindicación indígena", desataca Labrín.

Esta situación ha generado variadas consecuencias en la lucha de las comunidades araucanas, entre ellas la discriminación y el racismo gestados desde la ignorancia, pero sobre todo ha ayudado de deslegitimizar las demandas Mapuche, dándole al gobierno de turno la oportunidad de pasar por alto la deuda histórica que el estado de Chile ha mantenido con la comunidad Mapuche.

El conflicto con los camioneros

Un reciente ejemplo del rol de los medios y la acción del gobierno frente a esta problemática ocurrió en agosto de este año, cuando un grupo de camioneros y organizaciones de transportistas se movilizó desde La Araucanía hasta el palacio de gobierno con el fin de reclamar y exigir solución a los ataques "terroristas" por parte de comuneros Mapuche. En paralelo, diversas agrupaciones Mapuche tomaron las dependencias de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) para protestar por sus derechos e históricas demandas.

Por un lado, las agrupaciones de transportistas quienes en su mayoría trabajan para las empresas forestales — dueñas del territorio que los Mapuche reclaman —, deseaban evidenciar el constante clima violento que se vive en la zona de Araucanía gracias a los movimientos de resistencia y protesta que se traducen en ataques a camiones transportistas por parte de organizaciones Mapuche.

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Por el otro, las comunidades indígenas protestaban por la devolución de su territorio y en contra de la zona militarizada, que intenta controlar la lucha por la reivindicación indígena, y se suma a un gran contingente policial y los grupos paramilitares de latifundistas que potencian la violencia en la región.

Frente a esa situación, los medios hicieron una cobertura completa, enfatizando cada minuto del recorrido de los camioneros que se acercaban a La Moneda. Los transportistas demostraron que con un día movilizado, son capaces de paralizar al país entero. El día en que los camioneros llegaron a Santiago no existía ningún canal de televisión abierta que no estuviera al tanto de cada paso que daban. En redes sociales la paranoia comenzó a aparecer, asegurando incluso un supuesto nuevo golpe de estado, enfatizado gracias a la compleja situación actual que vive el gobierno de Michelle Bachelet.

Los camioneros lograron ser escuchados, el Ministerio del Interior aceptó su paso por el frontis de La Moneda y los noticieros nacionales tuvieron su festín mediático, como señala a VICE News Luis García-Huidobro, activista por el movimiento Mapuche: "Los camioneros son un gremio que siempre va a tener fuerza, entonces el gobierno siempre va a ceder con ellos. Además se trató de una movilización apoyada por la derecha y grupos empresariales de la zona de Araucanía. Fue una buena estrategia ¿Qué más podía hacer el gobierno?".

Además, destaca García-Huidobro, "todo este asunto tuvo un realce mediático mucho más grande que para lo que en realidad daba, la tele estuvo un día entero haciendo plena cobertura del asunto y eso fue gracias al Ministro del Interior (Jorge Burgos) que en vez de darles de inmediato el permiso para manifestarse, estuvo todo el día alargando el asunto para acaparar atención, los medios inflaron eso".

El profesor Millacura, Paula Huenchumil, José Miguel Labrín, Luis García-Huidobro y tantos otros que directa o indirectamente participan de esta lucha coinciden en que el problema no es político, jurídico, policial o social, sino que radica en un choque de cosmovisiones, en el "¿Qué es la tierra para mí?, que ha desencadenado siglos de incomprensión".

Los Mapuche jamás van a ceder en su forma de entender el mundo, porque es parte de su esencia. Ellos pueden entender que los chilenos vean la tierra como un bien de consumo y explotación, e incluso pueden aceptarlo, pero no en su territorio sagrado, donde ellos simplemente solo quieren vivir, al igual que sus antepasados.

Sigue a Nicolás Copano en Twitter: @copano