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Por Stephen Leahy
UXBRIDGE, Canadá, nov (IPS) - La salmonicultura está devastando los océanos. Una coalición internacional integrada por científicos, aborígenes canadienses y operadores turísticos exige una moratoria mundial a esta práctica.

"Hemos visto un colapso regional de toda la vida marina en los 20 años transcurridos desde que se instalaron las granjas salmoneras", dijo Bob Chamberlin, de la Primera Nación Canadiense de los Kwicksutaineuk Ah-kwa-mish, en la sudoccidental provincia canadiense de Columbia Británica.

"Sólo puedo sacudir mi cabeza con perplejidad ante el hecho de que se permita que esto continúe", dijo a IPS Chamberlin, desde la isla de Gilford, en el archipiélago de Broughton, donde hay operativos 20 establecimientos salmoneros.

Los estudios científicos han vinculado las agudas reducciones en las poblaciones de salmones silvestres en Columbia Británica con las enfermedades y los parásitos que se originan en las granjas salmoneras a océano abierto.

En Chile, millones de salmones no nativos han escapado de los corrales hechos con redes y se han convertido en especies invasoras, transformando la ecología de los sistemas fluviales locales.

Éstas y otras prácticas insustentables violan el Código de Conducta para la Pesca Responsable, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), señala una coalición integrada por Canadá, Chile, Escocia, Irlanda y Noruega, que presentó una declaración internacional ante el foro mundial exigiendo una moratoria global.

No existe un real debate sobre los efectos de la acuicultura dedicada al salmón. Se necesitan tres kilogramos o más de este pez silvestre para producir un kilogramo de salmón criado. Habitualmente, los fondos oceánicos bajo y alrededor de las redes a océano abierto carecen totalmente de vida, enterrada bajo los excrementos de hasta un millón de salmones.

"Las 'sombras' de la cría de salmones pueden extenderse tres o cuatro kilómetros, dependiendo de la corriente", dijo Wolfram Heise, director del programa de conservación marina en la Fundación Pumalín, una iniciativa de conservación privada en Chile.

Estas sombras son zonas muertas donde no hay nada más que lodo y heces a lo largo del fondo oceánico. "Los niveles de oxígeno en el agua están tan agotados que a veces esto obliga a los establecimientos a mudarse", dijo Heise a IPS desde Puerto Varas, 1.000 kilómetros al sur de Santiago.

En Chile cuesta apenas 100 dólares al año "alquilar" otra concesión de granja salmonera que dé a los propietarios, principalmente noruegos, un control indefinido sobre la región, incluido el lecho marino. En menos de 15 años, ese país sudamericano se convirtió en el mayor productor mundial de salmón, con cerca de 700 establecimientos, dijo.

Casi todos los salmones atlánticos criados allí se venden para alimentar el apetito de japoneses, norteamericanos y europeos. Pero los verdaderos costos de estas granjas industriales flotantes son ignorados por la industria y el gobierno chileno y desconocidos por el público, dijo Heise.

Como ocurre en las granjas industriales en la tierra, donde se crían demasiados animales en espacios reducidos, a los peces se les da fuertes dosis de antibióticos y hormonas. Pese a esto, un potente virus arrasó las granjas salmoneras de Chile el año pasado, reduciendo la producción a la mitad.

Incapaces de frenar el brote, los establecimientos simplemente se mudaron a nuevas ubicaciones, a cientos de kilómetros de distancia, abandonando a sus empleados locales y también las aguas contaminadas, igual que el lecho marino.

"Aquí no hay ninguna investigación para ver si el virus está teniendo un impacto sobre las especies marinas", expresó Heise.

En Chile no hay salmón nativo, pero Heise dijo que se encontraron algunos peces costeros con síntomas similares al virus de la anemia infecciosa de los salmones. "Sería sorprendente que el virus no infectara a otras especies", dijo a IPS.

También, millones de salmones escaparon de Chile y están comiendo a otras especies pesqueras. Han comenzado a invadir ríos y lagos, tan distantes como los de la vecina Argentina, donde no hay granjas salmoneras. De nuevo, hay poca investigación sobre los impactos de la fuga de salmones y la industria niega que exista un problema, sostuvo.

Los salmones se han convertido en el segundo producto de exportación de Chile. El gobierno ve esto como una "máquina de hacer dinero", y el crecimiento económico tiene prioridad por sobre todo lo demás, dijo Heise, agregando: "Nadie mide los impactos colectivos, los enormes daños" que se infligen.

www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=90432

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