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Muchos analistas cotejan esta crisis con la de 1929, y factores comunes no faltan: especulación de los inversores, sobre oferta –sobre todo en el sector inmobiliario-, sin regulación frente a la voracidad financiera y un desequilibrio brutal en los ingresos. Pero para establecer paralelos entre el crack de 1929 y el actual debe agregarse que aquel fue sólo el inicio de una depresión que en verdad llegó en 1933, cuatro años después, y se quedó hasta entrada los años 40. Hoy, ante esta debacle, en su fase inicial, es difícil pronosticar cuál será el piso de la desvalorización de activos y cómo pegará en todo el mundo, incluida Argentina y su entorno. Y ya se ven algunos efectos. Pese al excelente desempeño reciente en Sudamérica donde al revés que en los 90 se disciplinaron las cuentas fiscales, se acumularon reservas, se atenuó el nivel de deuda, bajó la pobreza y la indigencia y hubo una expansión notable (no sólo del Producto Bruto Interno: el PBI por habitante creció a más del 3% anual cinco años seguidos, récord desde los años 60), la crisis presente pegará y fuerte. Otra vez, con origen y epicentro en el Norte pero golpeando al Sur. # El comercio. Después de años, este ciclo venía con términos del intercambio favorables para Latinoamérica. La demanda asiática (también la especulación de fondos que apuestan a precios futuros sin ser parte del negocio en sí) empujó los precios de cereales, minerales, energía. El actual desinfle por el colapso de los mercados del Norte ya se siente. Chile por primera vez en muchos años tiene déficit comercial mensual por la baja del cobre, su principal producto. Brasil sufre con el mineral de hierro o la soja, Venezuela o Ecuador con el petróleo y Argentina por soja y cereales. En 2007, la soja estaba casi como ahora (US$ 340). Y fue un muy buen año para Argentina, parte del ciclo de recuperó iniciado en 2003. La soja a casi US$ 600 fue un fenómeno puntual de 2008. Por eso podría pensarse que no debería haber problemas por este reacomodamiento de precios. Por precaución (un rasgo kirchnerista a la hora de armar presupuestos), el esquema de gastos previsto para 2009 se hizo con una soja a 340. Pero la baja de la oleaginosa resiente la recaudación. Las retenciones a las exportaciones, donde pesa mucho el complejo sojero, suponen 13% del total de la AFIP, tercer rubro tras el IVA y Ganancias. Por el lado del gasto, viene un año electoral y se agregarán los bienvenidos cambios en haberes jubilatorios. ¿Lo compensará la reducción de subsidios? Y para el superávit comercial que era de US$ 12 mil millones al año, también el precio de las materias primas son clave. Algunos ya ven una baja del saldo de hasta un 50%. Respecto de las cantidades, es improbable que los países demandantes frenen el consumo y nadie piensa que China arriesgaría no sólo la seguridad alimentaria sino la supervivencia del propio régimen político. Pero si el mundo industrializado agudiza su recesión, Asia obtendrá menos divisas y deberá importar menos de otros países. Y en un mundo en recesión, habrá más competencia por saldos exportables y proteccionismo, rasgos que, dependiendo de la dimensión del crisis, podrían provocar conflictos comerciales. # Las finanzas. Es la otra principal vía de contagio, siendo ésta una crisis del crédito, de su ausencia y carestía. Para particulares, empresas o personas, tasas más altas. Para el sector público, por lo pronto Argentina ya revisa su oferta al Club de París y a los holdouts. La poco oportuna reapertura de esas dos instancias quizá deba esperar que aclare. Hoy, igual que vecinos sudamericanos, hay más espaldas para aguantar la crisis por las reservas y el superávit tanto fiscal como externo (ambos, arriba del 3% del PBI). Asimismo, si en 2002 los intereses de la deuda suponían 22% de la recaudación fiscal hoy son sólo 7%. Pero el menor saldo comercial y la baja de precios podrían resentir la recaudación y alterar ese 7%. # Dólar. La paridad empezó a cambiar. Aún está a valores que Argentina ya había conocido hace poco, arriba de 3,20. Pero las devaluaciones en países vecinos, en especial Brasil, donde no se conoce el piso dada la fuerte salida de capitales tras años de una especulación que alentó sin querer el propio gobierno con sus altas tasas de interés, empuja abajo al peso argentino. El BCRA rechaza un brusco reacomodamiento pero el precio regulado gradualmente seguirá bajo presión. Y la balanza comercial con los vecinos se afectaría si Argentina no “acompaña” el ritmo de devaluaciones de las otras monedas. # Crecimiento. Este conjunto de factores amenaza el nivel de actividad. Todo el mundo se prepara para tasas de expansión más moderadas o incluso negativas como en Europa. Argentina y sus vecinos no serán excepción. De las tasas más altas de PBI en Sudamérica, como Venezuela o este año Perú, Argentina deberá bajar y ese dato, más la inflación -aunque ahora el menor consumo podría atenuarla-, dificultará la lucha contra la pobreza, como en el resto de la región. Y eso podría afectar al empleo, ya que las automotrices acusaron el golpe y según estudios privados la demanda laboral bajó en septiembre por quinto mes consecutivo. Para que los factores monetarios, comerciales o financieros no alteren más de la cuenta el proceso de desarrollo que venía dándose auspiciosamente, los países del Mercosur y del Unasur aún embrionario deberían extremar esfuerzos de políticas coordinadas en toda la línea para atenuar el impacto. Si en bloques como la Unión Europea, con toda su experiencia, aún predominan intereses nacionales, cómo esperar otra cosa de Sudamérica. Pero sin ingenuidades, la región tiene todos los recursos para sostener un proceso de largo plazo de creación y distribución de riqueza. En una coyuntura tan grave como la actual es tiempo de usar la sintonía política de sus gobiernos y por una vez no dejar que lo urgente le gane a lo importante.

http://www.terra.com.ar/canales/actualidad/189/189215.html

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