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«Dentro de cincuenta años, la crisis de las economías desarrolladas que estamos viviendo será solo una posdata de un aburrido libro de Economía. Estos años se recordarán como aquellos en los que los países pobres se volvieron ricos», afirmó hace unos meses el economista chileno Pedro Videla. Y en concreto, Iberoamérica parece batir todas las metas. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) la indigencia y la pobreza en la región es la más baja de los últimos veinte años.Pero en perspectiva, como recuerda Rodrigo Chaves, director de la zona del Banco Mundial, lo importante no es que Iberoamérica haya sorteado la crisis, «es que no la causó».

Así, la región parece haber aprendido de las crisis financieras que soportó en el pasado y ahora ha aplicado las lecciones con mayor eficacia que sus homólogos europeos. A pesar de esto, el continente no está libre de problemas. El Banco Mundial marca una ligera desaceleración de la zona para 2012, que ante la recesión europea y el menor crecimiento de las economías asiáticas, pasará de crecer un 4,2% en 2011 al 3,6%.

«Es el momento propicio para impulsar la integración regional y la coordinación económica es indispensable», apunta Érika Rodríguez Pinzón, coordinadora del panel América Latina en la Fundación Alternativas. Y es que la unión se perfila como una respuesta a los problemas económicos que sobrevuelan la zona. Pinzón apunta que la integración es necesaria para el desarrollo industrial de la región, lo cual reduciría su sobrecalentamiento económico y su exposición a los precios de las materias primas, principal razón de su crecimiento gracias a la demanda asiática.

Sin embargo, a pesar de que los proyectos de integración se acumulan, la región continúa contando con uno de los comercios interregionales más bajos del mundo: el dato tan solo alcanzó el 10% del total en 2010. Y es que, como apunta Pinzón, «la lentitud es patente en esta clase de procesos». El caso de Mercosur parece simbólico de este estancamiento. Integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, Mercosur aspiraba a ser un mercado común, quizás el más importante de Iberoamérica. Los números así parecían augurarlo: 210 millones de consumidores y un conjunto de países cuyo PIB representa el 75% de todo el continente. Pero como apuntó el secretario de Estado para Iberoamérica, Jesús Gracia, en un encuentro el pasado lunes: «El bloque está sumido en la atonía».

Un proceso estancado

Más de veinte años después de la firma del Tratado de Asunción, las trabas comerciales y aduaneras que se proponía eliminar siguen estando presentes. Y al igual que ocurre en la Unión Europea, la descoordinación entre socios es evidente. En marzo del año pasado, Argentina anunció su oposición a la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Uruguay y EE.UU.. Y las barreras proteccionistas del país austral afectan incluso a sus propios socios de Mercosur.

«Argentina arrastra dificultades en sus equilibrios macroeconómicos externos y recurre al control de cambios y de importaciones para intentar manejarlos. Esto genera cortocircuitos entre sus propios socios», apunta el economista argentino Carlos Melconian.

Esto también se da en Brasil y provoca que las exportaciones desde Paraguay y Uruguay a los dos grandes mercados sudamericanos tengan fuertes limitaciones. «El bloqueo que a veces hacen Argentina y Brasil a la producción uruguaya o paraguaya es aberrante» asevera Atilio Borón, profesor de la Universidad de Buenos Aires.

Ante las dificultades de Mercosur, otras uniones entre países parecen tener mejores perspectivas. Es el caso de la Alianza del Pacífico, que nació oficialmente el mes pasado con Chile. Colombia, Perú y México como miembros y que busca integrar un mercado de 215 millones de habitantes. Y con barreras comerciales mucho menores que Mercosur y mayor apertura a las economías extranjeras.

«El alcance que busca tener la Alianza es mayor pues uno de sus objetivos es que alcance de manera gradual el libre flujo de bienes, servicios, capitales y personas», afirma Fernando García, catedrático de la Universidad Iberoamericana de México. Y apunta que la Alianza es «producto directo de la necesidad de buscar el crecimiento económico ante la difícil situación por la que atraviesan EE.UU. y Europa». El bloque mira hacia Asia, donde China cada vez tiene un mayor peso comercial en Iberoamérica.

Una integración comercial es difícil «porque muchos países iberoamericanos tienen producciones similares y compiten directamente», señala Pinzón. En sus palabras, el verdadero peso del comercio interregional está en los productos manufacturados, «donde más se requiere un mercado regional». Y paradójicamente es en este ámbito donde se dan las mayores barreras.

«Frente a la crisis algunos países tienen la tentación de recurrir al proteccionismo. Pero en un momento tan complicado tenemos que hacer todo lo posible para eliminar barreras», afirma Benita Ferrero-Walner, presidenta de la Fundación Euroamérica y ex comisaria de Comercio de la UE.

«Estas tendencias proteccionistas son históricas, pero se agravan en el contexto de una crisis. Hay que evitar que prevalezcan», opina Borón. Las integraciones se ponen a prueba ahora, cuando las economías iberoamericanas comienzan a disminuir su crecimiento. Si bien el momento es dulce, los riesgos de la desaceleración sobrevuelan sobre la zona. Y la unión hace la fuerza.

Más de veinte años de Mercosur

Con la Unión Europea como modelo en la recámara, Mercosur nació en 1991 a través del Tratado de Asunción y sus países miembros son Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Chile, Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador son miembros asociados y Venezuela aguarda su incorporación al bloque como miembro pleno, frenada por Paraguay. Posee algunos órganos institucionales como el Parlamento de Mercosur (Parlasur) que no es vinculante y Tribunales para resolver problemas internos. Los ciudadanos de los miembros plenos pueden viajar entre los países solo con el documento de identidad. El bloque posee Tratados de Libre Comercio (TLC) con Israel, la Comunidad Andina, Palestina y Egipto. Para que sus países puedan aprobar un TLC individual deben pasar por la aprobación del bloque. Uruguay recibió esa aprobación para firmar un TLC con México, pero no con Estados Unidos. El último problema del bloque ha llegado desde Bruselas. Desde hace cinco años se suceden las negociaciones para conseguir un TLC con la Unión Europea. Acuerdo que «no va a ser posible» según el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García- Margallo, debido a la expropiación de YPF por parte de Argentina. Sobre la mesa, Margallo ha planteado la posibilidad de que Bruselas negocie el tratado con un Mercosur «sin Argentina», país por país.