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El Proceso Campesino y Popular de La Vega, Cauca, no ha dejado que la minería se apodere de su territorio y acabe con su vocación agrícola, por el contrario ha sido expulsada de allí.

El Macizo colombiano es el gran acuífero del país. El camino hacia La Vega, Cauca, está lleno de nacimientos de agua, cascadas, ríos, quebradas y hasta lluvias que demuestran que este líquido representa la vida de esas montañas y que sólo allí germinan tres ríos importantes: Cauca, Magdalena y Caquetá, y por eso sus habitantes están dispuestos a seguir defendiendo su territorio de la depredación.

Las principales amenazas del Macizo son la minería y la privatización del agua. La primera tiene un contexto histórico de vieja data. Nos recuerda Alfredo Molano en uno de sus memorables textos que La Vega “fue fundada en 1550 como real de minas por poseer enormes yacimientos de oro; sólo uno de ellos llegó a ser trabajado por 2.000 indios y negros. La región fue minera en la Conquista y en la Colonia”.

Los campesinos del Macizo son agricultores y conservadores de semillas limpias. La minería ha tratado de arrebatar esa vocación, algunos han caído en esas redes, pero la mayoría ha actuado rápidamente para que esa locomotora no se apodere de la tierra y el agua.

Por eso hoy el conflicto más grande que hay en esta región es el mantenimiento de la economía parcelaria y un gran proyecto de explotación minera que ha agitado el Macizo. Por ejemplo en la cuenca del río Patía es alarmante la llegada de gente que se hace pasar por pequeños mineros, cuando las mismas comunidades saben que se trata de la Anglo Gold Ashanti y Carboandes. Entre estas dos mineras suman casi siete mil hectáreas de las setenta mil que tiene La Vega. Y algunos campesinos manifiestan que hay alianza entre ellas.

La locomotora minera

Desde el año 86 los japoneses llegaron al Macizo y empezaron a hacer las primeras exploraciones entre los municipios de La Vega y Almaguer. Desde ahí surgió el Proceso Campesino y Popular de La Vega (PCPV). “En ese tiempo no podíamos hacer nada, sino observar. Unos estudiantes llevaron unas pruebas a la Universidad del Cauca y nos dimos cuenta que habían encontrado molibdeno, oro, carbón, cobre, entre otros”, cuenta Pastor, docente de La Vega y uno de los fundadores del PCPV.

Inmediatamente llegaron las amenazas y la persecución. Muchos de los líderes que estaban surgiendo tuvieron que salir del pueblo y trabajar poco. Ya en el 2003 tuvieron una nueva alarma minera, se dieron cuenta de que había un título minero en la región.

“Trajimos a un amigo que había estado en las regiones mineras del Magdalena Medio para que le comentara a la gente cómo era eso, porque nosotros no teníamos ni idea. A la gente aquí le hablaban de minería y pensaban en los tatarabuelos barequeando en el río”, recuerda Oscar Salazar, líder del PCPV.

Empezaron a estudiar la minería y a buscar maneras de defenderse de ella.

Tuvieron acceso a un catastro minero en el Macizo y se dieron cuenta que había mucho territorio concesionado, “estábamos jodidos”.

“Nuestra tarea era aportar al fortalecimiento. Empezamos a ver los mapas y a explicarle a la gente para que sintiera que estábamos acorralados, a hablarles de las consecuencias”, cuenta Pastor. Y es que muchos campesinos que no comprendían la situación, recibían las ofertas de trabajo que las mineras les ofrecían, dejando el campo sin cultivar.

En el 2008 ya gran parte del territorio estaba concesionado, pues es una de las regiones más ricas del país y sin mucha intervención, ya que los indígenas lo han defendido por ser territorio sagrado y declarado por la Unesco patrimonio ambiental de la humanidad.

Empieza la lucha

Molano advertía que el enfrentamiento entre los movimientos campesinos y la minería no se haría esperar mucho en el Macizo. Y efectivamente. En el 2010 llegaron unos pequeños mineros a la vereda El Recreo, justo cuando el año anterior hubo crisis cafetera con la entrada de la roya y dejó a la gente empobrecida.

“Llegaron unos mineros de acento pastuso, ellos trabajaron un tiempito, se les dijo que se fueran y lo hicieron. Después llegaron unos de acento paisa. Ahí la cosa se nos complicó porque ellos trajeron maquinaria un poquito más pesada y comenzaron a hacer explotaciones con dinamita. Ya la comunidad se alertó. Primero les dijimos comedidamente que se retiraran, no hicieron caso. Un día nos reunimos y fuimos al sitio y al ver la multitud, ellos se dieron cuenta que la cosa era jodida en la vereda y se retiraron”, cuenta Diver Jiménez, del PCPV y la guardia campesina.

“Hasta el cura nos dijo que no nos metiéramos ahí, que nos íbamos a dar de narices contra esos tipos porque manejaban mucha plata. Tenían convencida a la gente, llegaron con planes sociales, realmente no eran los pequeños mineros como ellos mismos decían porque investigamos cómo eran los pequeños mineros en otras partes y no eran así. Tenían un orden militar. Hicimos unas acciones de amor por el agua y los tipos nos enfrentaron y ganamos la pelea y logramos aglutinar a la gente que estaba bastante dividida”, recuerda Oscar Salazar.

Después la lucha fue en la vereda El Ventiadero, también llegaron unos mineros a asentarse ahí. Allí abrieron diez túneles y socavones afectando el acueducto comunitario. El proceso, al inicio dialogando con ellos amablemente, luego usando la fuerza. “Ellos piensan que es mentira. Esa vez fuimos con un cabildo indígena y se destruyó todo lo que había que eran molinos, mangueras, cables de energía, le echamos candela”, afirma Diver.

En la vereda La Albania los campesinos frustraron un proyecto minero grande, frenaron los trabajos, sin embargo ya tenían un socavón de 30 metros horizontal y 70 metros vertical. Hubo otro desalojo, pero esta vez en el río de La Vega, donde los mineros tenían dragas y estaban sacando arena.

Hasta la vida misma por el agua

Lo que más temen los vegueños es que acaben con la laguna El Guambial que surte de agua a quince mil personas, pues su humedad hace que más abajo hayan nacimientos. Allí también iban a empezar las explotaciones mineras.

Y les preocupa la fuerza con que sigue entrando la Anglo Gold Ashanti. “Nos tienen con miedo porque nosotros a los pequeños mineros los hemos sabido manejar, pero si entran las multinacionales, no tendremos cómo defendernos, así como se evidencia en otros lugares, meten fuerzas irregulares que tienen poderes de violencia”, afirma Diver.

El Proceso Popular está buscando blindar el territorio por medio de una Zona de Reserva Campesina, se están capacitando y haciendo los estudios pertinentes para usar esta figura.

Y los que se han encargado de enfrentar a los mineros ha sido la guardia campesina, que apenas están tratando de formalizar. “Estamos empezando empíricamente para poder organizarnos y saber cuándo actuar. Cada vez que vamos a una marcha nos estamos rigiendo sobre algunos lineamientos de guardia. Desde el momento en que empezamos a hacer control del territorio ahí estamos realizando la práctica de la guardia”, complementa Diver.

En La Vega, desde el 2010, se han hecho nueve marchas por la vida y por el agua y que consisten en ir a los puntos donde hay minería y sacar a los mineros, además de generar conciencia en los campesinos para que ellos mismos defiendan el territorio. El encuentro de Pueblos y Semillas que se hace cada dos años en el municipio es otra forma de resistencia, “porque queremos salvar nuestras semillas, nuestra agua, y si el Macizo vive, vivimos todos”.

 

 
FUENTE: PRENSA RURAL