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Como cada año, la International Land Coalition (ILC) organizó el Foro de la Tierra de América Latina y el Caribe (ALC) 2013 el pasado 7 de noviembre bajo el título “Agricultura Familiar y Políticas Públicas”, edición que se llevó a cabo en la ciudad de San Salvador en colaboración con la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE) y con el apoyo de la Unión Europea. Una audiencia que superó los 250 participantes de diversos sectores de más de 15 países discutió sobre los desafíos que afronta la agricultura familiar en la región.

El espacio permitió recoger valiosos elementos para el trabajo que impulsa la Coalición en el marco de la celebración del Año Internacional de Agricultura Familiar 2014 y que son esenciales en el abordaje de toda iniciativa vinculada a este sector.

La actual problemática de la tierra

La tierra es la base de la agricultura familiar y también un recurso en el que confluyen diferentes presiones. Tal como señaló Alexander Segovia, Secretario Técnico de la Presidencia de la República de El Salvador, el escenario actual se caracteriza por una serie de presiones sobre la tierra tanto a nivel interno como externo que está dando lugar a nuevas disputas.

Las presiones comerciales son diversas y se relacionan con procesos de acumulación para especulación, industrias extractivas, turismo, impulso de monocultivos, entre otros, dándose una revalorización de la tierra que pone en jaque a las poblaciones rurales más vulnerables.

Como fue destacado por Roberto Rubio, Director de la FUNDE, las dinámicas de acceso, uso y tenencia  de la tierra hoy son diferentes, por lo que es necesario poner atención a los nuevos contextos en los que se desarrolla la agricultura familiar en el marco de territorios rurales dinámicos.Si por un lado se constatan procesos de acumulación, por el otro hay una atomización por la falta de acceso.

La historia centroamericana nos enseña que la tierra ha sido el epicentro de crisis profundas, tema de guerra y de paz. Las presiones actuales sumadas a las inequidades históricas en diferentes países de la región  exponen la propiedad y tenencia de la tierra de los pequeños productores a la tierra a mayor vulnerabilidad.

La vigencia de la agricultura familiar en Latinoamérica

A lo largo del evento se confirmó la vigencia y relevancia de la agricultura familiar en América Latina y el Caribe. Tal como señaló Ismael Merlos, experto en desarrollo territorial de la FUNDE, se constata que “la agricultura familiar no es sinónimo de pobreza rural, al contrario, se trata de un medio idóneo para superar esta condición, pero se requiere un decidido apoyo”.

Presentaciones como las de Gerardo Escudero, representante de IICA en El Salvador, evidenciaron la dimensión y la importancia que tiene la agricultura familiar hoy en día en la región. De acuerdo al IICA, se estima que 60 millones de personas poseen cerca de 17 millones de unidades agropecuarias vinculadas a este sector.

La agricultura familiar combina más eficientemente sus recursos productivos y de forma más sostenible y equitativa y, al ser una actividad intensiva en mano de obra, tiene altos impactos en la redistribución de beneficios y en la reducción de la pobreza. De acuerdo al Banco Mundial, el crecimiento del PIB  agrícola es al menos el doble de eficaz en reducir la pobreza si se le compara con el PIB generado por otros sectores.

Esta agricultura juega un papel clave en la seguridad alimentaria de los pueblos al ser responsable de gran parte de los alimentos que se consumen en la región – cerca del 70% en regiones como la centroamericana de acuerdo a la FAO– , pese a que no cuenta con condiciones adecuadaspara incrementar su productividad.

La agricultura familiar no es una sola ni estática. Es heterogénea y se diferencia de otros tipos por su escala, por el acceso a los recursos con los que se vincula–dotación de capital, tierra, recursos naturales, bienes y servicios públicos–, por las estructuras de producción y consumo, así como por las limitaciones en cuanto al acceso al mercado, los productos y los insumos.

Urgen políticas públicas adecuadas y una nueva institucionalidad

A pesar del rol vital que tiene la agricultura familiar en la región y de los recientes esfuerzos de algunos gobiernos por atender su problemática, las políticas, marcos institucionales y presupuestos públicos no parecen ser adecuados o suficientes para impulsarla como se requiere.

Se constata la necesidad de trabajar en un marco más intersectorial para lograr políticas públicas integrales y congruentes para el sector rural, que consideren los dinamismos de los territorios rurales, así como la vinculación entre la sociedad rural, la urbana y lo global. Es necesario impulsar una institucionalidad adecuada que atienda a la agricultura familiar y se diseñen políticas diferenciadas por rubros de producción. De otro lado, el potencial de este tipo de agricultura sólo podrá desarrollarse si se pone en discusión el actual modelo extensivo de monocultivos para la agro exportación y su coexistencia con la agricultura familiar.

Lucila Quintana, presidenta de la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro), recordó quela agricultura de carácter familiar es más que un modelo de economía agraria que contribuye a la gestión y cuidado de los territorios, por lo que es un tema de interés nacional y debe ser abordado como tal al momento de plantear marcos normativos y presupuestos.

Entre los desafíos pendientes para apoyar de la forma que se requiere a la agricultura familiar está la necesidad de establecer incentivos apropiados y eficaces a nivel de tecnología, financiación, fiscalización, capacitación y gestión de conocimiento en donde el eje sea la persona y el productor.

La necesaria atención y el fortalecimiento de  actores

Se debe colocar a las y los pequeños productores en el centro de las estrategias de desarrollo rural, tal como lo destacó la Coordinadora Regional de la International Land Coalition para ALC, Zulema Burneo. Es necesario pensar en los territorios en función a los actores que ahí habitan, así como en las interacciones entre estos y otros actores involucrados por las dinámicas de presiones sobre la tierra y otros recursos naturales.

A pesar de las evidencias que demuestran el valor y los aportes positivos de la agricultura familiar a la sociedad, las políticas públicas no cosechan logros significativos en gran parte por las complejas relaciones de poder en donde prima el peso de los actores que buscan controlar recursos  y generar beneficios.El sector campesino y gremial –representado por mujeres, hombres y jóvenes–debe ser un actor y sujeto político activo y su empoderamiento pasa por fomentar la asociatividad, entre otros procesos. El esfuerzo debe ser conjunto, en tanto que se requieren sinergias con diferentes actores de la sociedad civil, el Estado y el sector privado.

En esta línea, Francisco Hidalgo, Director Ejecutivo del Sistema de Investigación sobre la Problemática Agraria en el Ecuador (SIPAE) recordó que las políticas públicas dirigidas al campo han venido históricamente desde abajo en la región y que se requiere un  movimiento social campesino fuerte con capacidad de propuesta y fuerza a nivel político.

Del mismo modo, se debatió sobre la necesidad de reconocer el protagonismo de las mujeres rurales a través de medidas específicas y destinar mayores recursos para ampliar su participación en el desarrollo de la agricultura.

La situación de los jóvenes en las zonas rurales y su participación cada vez más reducida en la agricultura también se destacó como preocupante. Existe una necesidad de incorporar políticas especiales de formación dirigidas a la juventud que les generen opciones de inserción en la agricultura. De otro lado, el relevo generacional en el campo depende también del impulso de medidas que van más allá del ámbito agrario, como el mejoramiento de bienes públicos rurales como son el acceso a educación, salud, entre otros.

El debate en torno a la agricultura y los territorios rurales en la región no puede obviar la necesidad de visibilizar el mundo indígena y afrodescendiente, y sus aportes como custodios de los ecosistemas más ricos y diversos.

Si una cosa dejó en claro esta edición del Foro de la Tierra, es que el debate sobre el futuro de la agricultura familiar no es solo una cuestión entre campesinos/as, sino que involucra a toda la sociedad en su conjunto.