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Alrededor de 500 millones de explotaciones agrícolas, el 80% de las unidades productivas que operan en el mundo, están a cargo de productores familiares. Más de dos mil millones de pequeños agricultores producen el 70% de los alimentos consumidos en el orbe. De ahí que, en reconocimiento a su importancia, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) declaró al 2014 Año Internacional de la Agricultura Familiar.

Estamos en una encrucijada: Alrededor de 842 millones de personas sufren hambre crónica porque no pueden comer adecuadamente, pese a la existencia de alimentos a nivel global, comentó el director general de la FAO José Graziano da Silva en un texto de análisis enviado desde la Oficina regional de la FAO en Chile a la representación del organismo internacional en La Habana, reportó la agencia Prensa Latina.

Según Da Silva, la prioridad actual es desarrollar sistemas agrícolas verdaderamente sostenibles que puedan satisfacer las necesidades de alimentos en el mundo, y nada se acerca más a ese paradigma de producción que la agricultura familiar. Usando técnicas innovadoras como la construcción de terrazas y la adopción de la labranza cero, los agricultores familiares mantienen la producción en tierras a menudo marginales.

Tenemos mucho que aprender de las prácticas de las familias productoras de alimentos, ya que poseen gran parte de la experiencia mundial en sistemas de agricultura sostenible. De generación en generación, estos productores han transmitido conocimientos y habilidades, que preservan y mejoran el quehacer y las tecnologías, sostuvo el director de la FAO.

Graziano da Silva recordó que la Revolución Verde de la década de 1960 había aumentado la disponibilidad per cápita de alimentos en más del 40%, pero a costa de una pérdida de la diversidad alimentaria al centrarse en unos pocos cultivos y con un grave impacto sobre el medio ambiente derivado del uso intensivo de productos químicos.

Pero ahora existe una tendencia hacia el cultivo y la comercialización de alimentos tradicionales, hacia la mejora de la infraestructura y los mercados locales y a ayudar a los pequeños productores, todo lo cual es positivo para el medio ambiente y la economía de las zonas rurales, donde el hambre tiene mayor incidencia.

El director de la FAO destacó también que los pequeños productores desempeñan un papel fundamental en los circuitos locales de producción, comercialización y consumo, importantes no sólo en la lucha contra el hambre, sino también en la creación de empleo, generación de ingresos y en el fomento y diversificación de las economías locales.

En su 66ª Sesión –con el fuerte apoyo del Foro Rural Mundial, las redes regionales de agricultores familiares en África, Asia y Latinoamérica y la 37ª Conferencia de la FAO, entre otros- la Asamblea General de la ONU declaró 2014 como “Año Internacional de la Agricultura Familiar” (AIAF), en una iniciativa destinada a reposicionar la agricultura familiar en el centro de la formulación de políticas agrícolas, medioambientales y sociales nacionales.

El 22 de noviembre del año pasado la ONU lanzó el Año Internacional de la Agricultura Familiar para promover en 2014 la práctica de esa modalidad como una herramienta de combate al hambre e impulso al desarrollo sostenible. Con este lanzamiento, reconocemos el aporte de los agricultores familiares que en el planeta producen alimentos para nutrir a millones de personas, afirmó en la oportunidad el director general de la FAO.

Cifras

Según datos de la FAO, en el mundo laboran alrededor de 500 millones de agricultores familiares, tanto en países pobres como ricos, pero tienen mayor relevancia en las naciones en desarrollo por su papel en el sostén familiar. La población dedicada a la agricultura representa el 70% de la población económicamente activa, y la mayoría de ellos se dedican a la producción de autoconsumo, donde sobresale la producción de granos básicos como maíz y arroz.

La agricultura familiar, definida como explotaciones que dependen principalmente en los miembros de la familia para la mano de obra y gestión, continúa siendo la forma dominante de agricultura. Entre ellas se incluyen a los agricultores a media y pequeña escala, campesinos, pueblos indígenas, pescadores y criadores de ganado.

En promedio, las explotaciones familiares tienen un tamaño de 4,1 hectáreas, mientras que las producciones no familiares tienen en promedio una extensión de 493 hectáreas. Otro importante dato es la participación femenina en la producción: de las 10.189 explotaciones agrícolas familiares, el 35% (3.537 explotaciones) son gestionadas por mujeres.

Sólo en los países del Mercosur el sector involucra a 20 millones de personas directamente en los predios, y da empleo directo a cerca de 10 millones de personas. En términos de producción también es clave: en Brasil, aporta el 38% de la producción agropecuaria, el 30% en Uruguay, el 25% en Chile, el 20% en Paraguay y el 19% en Argentina.

La agricultura familiar contribuye con altos porcentajes de la producción nacional de países como Brasil (87% de la yuca; el 70% del frijol y el 58% de la leche); Argentina (64% del ganado porcino; 33% del ganado de leche); Paraguay (93% del banano; el 94% del frijol; 97% del tomate), mientras que en Centroamérica contribuye con una parte importante granos básicos y ganadería.

Es así que la agricultura familiar se posiciona como una prioridad en las agendas de varios países de América Latina y el Caribe (ALC), que están adoptando políticas públicas para beneficiar a este sector, fundamental para la seguridad alimentaria y el bienestar rural en la región.

De acuerdo con la edición 2014 del informe Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas: una mirada hacia América Latina y el Caribe, los países han asumido nuevos enfoques para apoyar la agricultura familiar en cuanto al combate de plagas, la variabilidad climática y la gestión de los recursos hídricos, al tiempo que modernizan sus instituciones para hacerlas más inclusivas.

El reporte elaborado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), la Oficina Regional para ALC de la FAO y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)recuerda que Bolivia declaró a la agricultura familiar como actividad de interés nacional; Argentina direccionó cerca de 1,7 millones de dólares para la inscripción de agricultores familiares en el Registro Nacional de la Agricultura Familiar, y giró unos 37,5 millones de dólares para apoyar el encadenamiento productivo de la agricultura familiar.

Además, Costa Rica adoptó el Plan Sectorial de Agricultura Familiar 2011-2014; Chile incrementó en 8,2% el presupuesto de 2013 para fortalecer la pequeña agricultura; México implementó la iniciativa de inclusión social Cruzada Nacional contra el Hambre y el Mercosur reglamentó el Fondo de Apoyo a la Agricultura Familiar.

La agricultura familiar ocupa hoy un lugar fundamental en la agenda política de los organismos intergubernamentales, como demuestra la declaración de Santiago de la I Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), realizada en enero de 2013 en Chile, la cual señala que, “la causa principal del hambre es la pobreza y que, para superarla, es necesario coordinar acciones relacionadas con la inclusión productiva de los pequeños agricultores familiares”.

La FAO pide un enfoque centrado en los campesinos para invertir en la agricultura

Invertir más y mejor en la agricultura es una de las maneras más eficaces de reducir el hambre y la pobreza al tiempo que se salvaguarda el medio ambiente. Este es el mensaje clave de uno de los informes anuales más importantes de la FAO,El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2012(SOFA en inglés).

Los más de mil millones de campesinos que hay en el mundo deben centrar cualquier estrategia de inversión agrícola, ya que son los mayores inversores en este sector, destaca el informe. Pero las inversiones de los agricultores a menudo están limitadas por entornos que no les son favorables.

La FAO reconoce que ha habido una fuerte contracción del gasto público en la agricultura en los países en desarrollo, sobre todo en ALC. En esta región, el gasto público en agricultura respecto del total cayó del 6,9% en 1980 al 1,9% en 2007. Esta proporción es de hecho la más baja entre todos los países en desarrollo, y contrasta con cifras como la de Asia del Este y Pacífico (6,5%) y la del Sur de Asia (4,9%).

Nuevos datos revelados por el informe de la FAO muestran que los campesinos de los países de bajos y medianos ingresos invierten más de 170 mil millones de dólares al año en sus explotaciones -alrededor de 150 dólares por agricultor. Esta cifra supone tres veces más que todas las otras fuentes de inversión combinadas, cuatro veces más que las contribuciones del sector público, y más de 50 veces la ayuda oficial al desarrollo que reciben los países.

Hay una serie de factores que pueden reducir drásticamente los incentivos para la inversión, entre los que figura la gobernanza inadecuada, la ausencia del estado de derecho, altos niveles de corrupción, derechos de propiedad inseguros, prácticas comerciales arbitrarias; elevado nivel de impuestos a la agricultura en relación con otros sectores, y niveles y calidad inadecuados de las infraestructuras rurales y los servicios públicos.

Los pequeños campesinos se enfrentan a limitaciones específicas y graves, que a menudo incluyen la pobreza extrema, derechos de propiedad débiles y la falta de acceso a los mercados y servicios financieros. La superación de estos obstáculos será esencial para liberar el potencial de inversión de los agricultores en muchas zonas rurales.

Invertir en la agricultura es claramente rentable, según el estudio de la FAO. En los últimos 20 años, por ejemplo, los países con las tasas más altas de inversión en las explotaciones agrícolas han hecho los mayores progresos en reducir el hambre a la mitad, para cumplir con el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio.

“La evidencia reciente muestra signos de mejoría, pero erradicar el hambre en estas y otras regiones, y lograrlo en forma sostenible, requerirá un aumento sustancial en el nivel de inversión agrícola en las explotaciones y enormes mejoras en el nivel y la calidad de la inversión pública en el sector”, destaca el informe.

“Es necesaria una nueva estrategia de inversión que esté centrada en los productores agrícolas, el desafío es enfocar las inversiones hacia áreas en donde se obtengan resultados. Es importante garantizar que las inversiones redunden en elevados beneficios económicos y sociales y en sostenibilidad medioambiental”, dice José Graziano da Silva.

El SOFA recomienda centrarse en una serie de ámbitos con el fin de fomentar la inversión de los pequeños campesinos, incluyendo los siguientes: Los gobiernos y sus socios para el desarrollo deben ayudar a los pequeños campesinos a movilizar sus propios ahorros y obtener un mejor acceso al crédito; organizaciones de productores más sólidas, como las cooperativas, pueden ayudar a los pequeños productores frente a los riesgos y proporcionar un mejor acceso al mercado, y la protección social puede contribuir a la expansión de la base de activos de los pequeños agricultores más pobres.