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Maria Paula Flores, del Comité de Yasy Kany en la zona norte de Paraguay, en el proceso de ordeñe de la leche que irá luego a un acopiador

Es una calurosa tarde en Paraguay donde se impone una media de 40 grados a la sombra. Cuando termina el asfalto, tras 10 kilómetros de camino de tierra y atravesando grandes cultivos de soja se encuentra la pequeña comunidad rural de Yasy Kañy, en el departamento de Canindeyú, donde Mariana Montiel preside una reunión del Comité de Mujeres San Francisco, con sus 41 socias presentes y muy atentas.

El Comité de Mujeres se creó hace 4 años, inicialmente con 20 mujeres de la zona para mejorar el acceso a los servicios públicos del asentamiento. El agua fue la prioridad. Una vez que lograron las conexiones domiciliarias con apoyo de la Junta de Saneamiento local, el Comité se abocó al desarrollo de ideas para proyectos productivos. A fines del 2015 se integraron a una iniciativa de desarrollo rural sostenible.

En Paraguay, el 67,9% del total de mujeres trabajan informalmente, este porcentaje aumenta considerablemente en las áreas rurales donde el 90,2% de las mujeres trabajan sin beneficios y protección social. La organización en comités les permite una formalización de sus actividades productivas y hace posible que, conforme aumente la escala de su producción, se puedan insertar a cadenas de valor.

Ese es el deseo de las mujeres de Yasy Kañy que sueñan con convertirse en productoras de leche a una escala mayor.

Del tambo al acopiador

“Lo que fue interesante y útil para nosotras fue aprender a hacer un plan de inversiones, esa herramienta nos ayudó a planificar de una forma sencilla nuestras ideas de producción”, explica Mariana.

Después de analizar varias posibilidades ellas decidieron que la producción de leche era un rubro posible para las posibilidades de ellas y sus familias, y al mismo tiempo con un mercado de venta en potencial expansión. La zona es visitada frecuentemente por acopiadores que luego abastecen a la industria lechera de gran escala. Y ellas vieron la oportunidad de convertirse en proveedoras de las acopiadoras.

“Nosotras soñamos en grande, pero con los pies en la tierra”, comenta Brígida Miltos, integrante del Comité y explica que están comenzando con una escala pequeña. “Cada una de nosotras recibió una vaca preñada, algunas ya tienen sus vaquillas y ya están comenzando con el ordeñe y la venta”.

La jornada arranca muy temprano en la mañana con el ordeñe, algunas madres han incorporado a sus hijos más grandes en la tarea.

“Se ordeña la vaca, se recoge la muestra para hacer el control de calidad, luego se almacena en los envases y una de las socias es la responsable de la búsqueda de los envases casa por casa, luego esa persona los lleva al acopiador, se contabiliza lo entregado y se paga”, agrega Brígida.

El ordeñe diario de una vaca genera unos ingresos mensuales de entre 50 y 60 dólares por familia, una gran ayuda para una de las zonas más pobres del Paraguay y que busca oportunidades de superación.

“Mientras mejoramos el cuidado e implementamos todos los conocimientos que adquirimos en las capacitaciones que tuvimos tendremos más posibilidades de mejorar estos ingresos y expandir la producción” explica Mariana, mientras Brígida cuenta que gracias a estos ingresos el inicio del año escolar en marzo no ha sido tan problemático, “pues ya hemos podido solventar los uniformes y otros gastos de movilidad para llegar a las escuelas por ejemplo”.

De la huerta al mercado

Es la hora de la ronda del tereré, la tradicional bebida que se comparte en Paraguay. En una prolija mesa a la sombra de un robusto árbol se acomodan las tortillas de maíz y mandioca. “Todo esto sale de nuestra huerta, hasta el queso ya es de nuestra producción”, dice orgullosa Marta Osorio, integrante del Comité de Mujeres Mbareté ubicado en el asentamiento rural Liz Expedita, en el departamento de San Pedro.

Como muchas otras organizaciones rurales comunitarias en Paraguay, este grupo de mujeres se conformó para luchar por un acceso justo a la propiedad de la tierra. Esa lucha ha tenido sus frutos para ellas y hoy están en proceso de convertirse en propietarias.

“Para nosotras cuidar nuestra tierra es muy importante, esta zona es rica en bosques y nuestro grupo trabaja mucho por cuidarlos, por eso intentamos que nuestra producción de huerta sea sostenible, por ejemplo, estamos plantando los árboles frutales rodeando el bosque”, explica Victoria Romero, presidenta del Comité.

La producción de sus huertas se destina al autoconsumo en primer lugar y luego al mercado. El plan de inversión que ellas trazaron, con apoyo de proyecto de Desarrollo Rural Sostenible (Proders) del Ministerio de Agricultura y con asistencia del Banco Mundial, identificó que en el mercado de la ciudad de San Pedro, la capital departamental, existía una importante demanda sin cubrir de productos hortícolas frescos y otros derivados como el almidón de mandioca y la harina de maíz. “Nuestros productos están teniendo una muy buena venta en el mercado local y eso nos entusiasma. Queremos también producir más productos como el almidón y las harinas y también tenemos planeado producir queso”, comenta Marta.

La meta es llegar hasta Asunción con sus productos. “Ya pudimos ir a la capital a vender un par de veces y las ventas fueron excelentes” cuenta Virginia y añade que la sostenibilidad dependerá de la capacidad de organizarse con otros comités que como ellas están buscando expandir su mercado.

Aunque a Virginia y a Mariana las separan varios kilómetros de distancia, las une una certeza común: sin organización y planificación no es posible crecer y mejorar las condiciones de vida de sus familias y sus comunidades.

"Las mujeres juegan un papel fundamental para mejorar las condiciones socioeconómicas de los pequeños agricultores y las comunidades indígenas en el Paraguay rural. PRODERS está ayudando a mujeres y hombres a traer esperanza a sus comunidades para que las oportunidades se puedan expandir”, afirma Maurizio Guadagni, especialista sénior en Agricultura del Banco Mundial.

FUENTE: EL PAÍS