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En una cumbre de cien jóvenes de todo el mundo, se escuchaba a Hlamalani Ngwenya entonar como si fuese una ópera la frase: “La agricultura es perfecta”. Los participantes de la Youth Ag Summit se sumaron a ella y la acompañaron cantando desde las gradas. Entre el 9 y el 13 de octubre, Ngwenya viajó a Bruselas, donde tuvo lugar la tercera edición de la cumbre Youth Ag Summit, para animar a líderes juveniles de todo el mundo a apostar por el sector agrario. Este encuentro tuvo por objetivo promover ideas nuevas y concretas que puedan ponerse en práctica en sus países de origen, y así impulsar su progreso.

La emprendedora social se dio cuenta que la media de edad de las personas que trabajan en el campo es de 60 años, algo que ella atribuye al hecho de que las nuevas generaciones no encuentran a la agricultura atractiva. “Es muy importante alentar a los jóvenes a ver la agricultura desde una perspectiva distinta. El sector tiene mucho que ofrecer. Cada uno debe encontrar su nicho”, enfatiza.

Ngwenya está llevando adelante AgriCOOLture, una campaña para mostrar ese otro ángulo. “Me apasiona mostrar a los jóvenes las distintas formas de las que se puede ser parte del sector agrícola. Cuando hablo con estudiantes, la gran mayoría me dice que no le gustaría trabajar en el campo. Hemos hecho muchas investigaciones en diversos países africanos para averiguar los motivos, y resulta que muchos la asocian con la pobreza. Además, cuando alguien hace algo mal en la escuela, el castigo es esperar en el jardín; ahí se asocia la agricultura con la sanción. Por último, algunos jóvenes eligen estudiar agricultura luego de no ser aceptados en carreras como Medicina o Derecho”, desarrolla. La activista relata que, en Sudáfrica, muchos chicos que no terminan la escuela van a trabajar la tierra como última opción.

La campaña se basa en poner de relieve las oportunidades que trae la agricultura para los jóvenes. Se usa la palabra PERFECT (perfecto) como acrónimo de las oportunidades del sector: Política, educación, investigación, finanzas, extensión y servicios de consultoría, comunicación y tecnología. Ngwenya espera que la campaña siga creciendo. “Todavía no llegué lo lejos que me gustaría llegar. Hago mucha asesoría y mentoreo individual para entusiasmar a los jóvenes. También doy charlas. Lo que más me cuesta es medir el legado que dejo. Me gustaría lograr mayor escala”.

La infancia de Hlami

El padre de Ngwenya fue pastor de la iglesia protestante y trabajaba mucho en los barrios para ayudar a personas en situación de vulnerabilidad. Cuando Ngwenya era pequeña, estuvo en contacto con muchas personas de Mozambique que por la guerra civil tuvieron que vivir en campos de refugiados en Sudáfrica y solían ejercer la agricultura. Ella acompañaba a su padre a repartir alimentos a estas personas. En ese momento, la joven Ngwenya entró en contacto con el campo, y decidió que a lo largo de su vida iba a ayudar a esas poblaciones.

En su juventud, Ngwenya se formó como maestra y enseñó nutrición en las escuelas. Más tarde, se especializó en nutrición comunitaria. “De casualidad, me ofrecieron dar clase en un colegio de agricultura en 1998 y ahí me conecté definitivamente con el sector”, relata Ngwenya.

A partir del 2001, la entusiasta Ngwenya participó activamente de las iniciativas de integración en la agricultura a nivel nacional, regional y mundial. Sus 25 años de experiencia laboral incluyen investigación y promoción de políticas, desarrollo organizacional, planificación estratégica y reforma institucional, gestión del conocimiento y comunicaciones para el desarrollo sostenible, extensión agrícola y servicios de asesoramiento rural. “Tuve la suerte de poder combinar mi amor por los viajes con mi trabajo. Estuve en más de 40 países e impartí cerca de 180 talleres y seminarios”.

Conectar a mujeres y jóvenes con la agricultura

Estimular a los jóvenes para que tengan más oportunidades en el ámbito de la agricultura es la misión de Hlami como emprendedora social. Ella asegura que tienen unos resultados fantásticos y muchos de ellos gracias a fomentar el networking o trabajo en red. “Una de mis aprendices de Sudáfrica ahora está en Roma. Ella es una joven productora de 26 años con un gran potencial. Mi papel fue acercarle oportunidades". Hoy tiene una beca, ha visitado distintos países para conocer otras experiencias, y hoy desempeña un importante papel en el escenario global y representa las voces de los jóvenes productores rurales en espacios políticos. "Otro de mis aprendices de Etiopía, actualmente, forma parte de la Comisión de la Unión Africana", relata.

Otro joven que fue aprendiz de Hlami es Alpha Sennon de Trinidad y Tobago. "Tiene unas ideas brillantes. Creó un supérheroe que se llama Agriman, que a los chicos les gusta mucho. A partir de este personaje, conecta a los niños con la agricultura. Los chicos quieren que Agriman les anime el cumpleaños o quieren plantar semillas en una huerta con él”, cuenta de su pupilo.

El mentoreo de jóvenes es una pasión para Hlami. “Necesitamos hacer más accesible el espacio agrícola y promover el sector más allá de su imagen estereotipada. Mientras que para muchos, la agricultura significa producir cultivos en los campos o trabajar en pequeñas porciones de tierra, también existen otras funciones para apoyar la productividad del sector. Por este camino vamos a atraer el interés de personas que no se imaginan desarrollándose dentro de la agricultura”.

Para Hlami, la situación de las mujeres en el campo es un tema capital. “La mayoría de las personas que trabajan en el sector agrícola como productores son mujeres. En muchos países, ellas no pueden acceder a la tenencia de la tierra. En África hay muchos movimientos que luchan por sus derechos”.

Cuando Ngwenya trabaja en campañas de igualdad de género, ella prefiere impulsar la emancipación antes que el empoderamiento. “Empoderar es como darle un auto a una persona que no sabe manejar. Emancipación es dar las capacidades para que use ese poder, es decir, por ejemplo, enseñarle a manejar. Hay países que tienen políticas a favor de las mujeres rurales, pero que ellas no les dan uso o las desconocen”, describe.

FUENTE: EL PAÍS