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La Cumbre Mundial de Seguridad Alimentaria que arrancará el próximo 16 de noviembre en Roma, Italia, podría ser un desperdicio de tiempo y dinero a menos que los líderes mundiales se propongan lo contrario e intervengan ahora para salvarla. Para el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), el Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS) y Oxfam Internacional, los gobiernos están en riesgo de tirar por la ventana una gran oportunidad para detener el hambre que afecta a más de mil millones de personas en el mundo.

La declaración final de la cumbre, acordada la noche del martes 10 de noviembre, no dice nada nuevo. El texto final enuncia que el hambre será reducida a la mitad para el 2015, pero fracasa en lograr compromisos que garanticen, tanto los recursos necesarios para alcanzar esta meta, como la rigurosa rendición de cuentas que deberían seguir los gobiernos -en el marco del Comité Mundial de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas- para informar sobre sus avances en la lucha contra el hambre.

A esto se suma que la promesa hecha por el G8 en julio de 2009, de entregar USD 20 mil millones para enfrentar el hambre durante los próximos tres años, parece no haber sido más que una declaración. Desafortunadamente, los pobres y hambrientos no pueden alimentarse de promesas.

Para el CLAES, el IPDRS y Oxfam Internacional, la prioridad debería estar puesta en una mayor inversión, dirigida a mejores políticas, instituciones, servicios y programas de formación que impulsen una pequeña agricultura sostenible y adaptada a los ambientes agroecológicos locales.

La pequeña agricultura permite atacar la insuficiencia alimentaria y el alto precio de los alimentos, potenciando cadenas productivas y flujos comerciales locales y regionales.  

En América Latina -donde el hambre afecta a 53 millones de personas- la pequeña agricultura es la fuente de alimentos e ingresos de alrededor de 95 millones de hombres y mujeres.  Aunque se les ha ignorado históricamente, estas personas son, además, quienes están en la primera línea del combate contra la pobreza, el hambre y el cambio climático.

La Cumbre Mundial de Seguridad Alimentaria está ignorando también a otros grupos vulnerables, como los agricultores sin tierra y los pobres que viven en las ciudades, quienes además de ayuda alimentaria de inmediata, necesitan medidas -urgentes y de largo plazo- para protección social y el desarrollo de sus medios de vida.

En ese marco, la Cumbre Mundial de Seguridad Alimentaria debería:

  • Respaldar y financiar el reformado Comité Mundial de Seguridad Alimentaria de la ONU, reconociéndolo como la plataforma política de alto nivel para asuntos de Seguridad Alimentaria.
  • Incrementar la inversión pública para la pequeña agricultura y la protección social de los países en desarrollo, como medida, tanto de lucha contra la pobreza y el hambre, como de fortalecimiento de la resiliencia ante los efectos devastadores del cambio climático.
  • Acordar un fondo -de al menos USD 40 mil millones anuales- para rescatar el Objetivo de Desarrollo del Milenio que busca erradicar el hambre y la malnutrición; y comprometerse a traducirlo en acciones y presupuestos que se adecuen a las necesidades de Seguridad Alimentaria y Desarrollo Rural, especialmente de los pequeños agricultores.

Los países en desarrollo también deben jugar un rol más importante durante la Cumbre. Una forma de lograrlo es comprometiéndose a invertir el 10% de sus presupuestos de agricultura en acciones enfocadas a combatir la pobreza y el hambre.

En América del Sur -como en otras regiones del mundo- las decisiones tomadas en la Cumbre deberían traducirse en planes de inversión y desarrollo dirigidos a fortalecer a la pequeña producción, que visualicen a las mujeres como protagonistas de la economía, que promuevan políticas específicas para zonas marginadas, apoyen tecnologías de bajos insumos y estimulen los sistemas de investigación.

Desafortunadamente, hoy día muchos países ricos siguen apostando por la fórmula del incremento de la producción de alimentos, mediante el uso intensivo de fertilizantes químicos y nuevas tecnologías. Esto podría ofrecer alivio de corto plazo a los agricultores pobres, pero no es una respuesta a los problemas estructurales que están detrás de la hambruna mundial. Tampoco es una salida sostenible y sólo condenará a los países en desarrollo a un futuro de repetitivas crisis de alimentos y mayor degradación ambiental.

Para mayor información:

Eduardo Gudynas (CLAES): Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.  Tel: (00598-2) 4030854

Oscar Bazoberry (IDPRS): Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. Tel: (00591) 72033016

Asier Hernando (Oxfam Internacional): Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. Tel: (00591) 72021339