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  • Tukupu es la primera empresa forestal indígena de Venezuela y está a cargo del manejo sustentable y la restauración de 7000 hectáreas de la Reserva Forestal Imataca, al sureste del país.
  • Es liderada principalmente por mujeres que, haciendo uso de sus conocimientos ancestrales, han logrado reforestar y mantener el bosque para las futuras generaciones.

Cecilia Rivas recuerda Tukupu como un lugar donde se vivía con libertad. En esa comunidad indígena kariña de chozas dispersas, instaladas bajo la sombra de los árboles de la Reserva Forestal Imataca, al sureste de Venezuela, fue donde nacieron sus abuelos y sus padres. De niña observaba los bosques tropicales, altos y húmedos que ahora guarda en su memoria, pues poco a poco desaparecieron con la minería y la tala desmedida, mientras que los animales fueron afectados por la caza y la pesca en grandes dimensiones.

“Hoy nuestro esfuerzo y empeño es cuidar esta zona para que no sea entregada a agentes ajenos ni intervenida por otras personas”, dice Rivas. “Los kariña hemos luchado para mantener estos bosques. Se vive en la naturaleza y, en unos años, nos movemos a otro sitio para que se recupere. Nos vamos moviendo siempre”.

Cecilia Rivas, capitana kariña, es la lideresa de Tukupu, primera empresa forestal indígena de Venezuela. Foto: FAO Venezuela

Tukupu, además del nombre de esta comunidad que aún resiste en el tiempo, es como se llama ahora a la primera empresa forestal indígena de Venezuela, conformada esencialmente por mujeres, y de la que Cecilia Rivas es fundadora y capitana elegida por su pueblo. En 2020, el Estado venezolano les otorgó una concesión de 7000 hectáreas de la reserva forestal para la protección y aprovechamiento de sus recursos bajo criterios de sostenibilidad.

“Yo le puse Tukupu para que no se perdiera ese nombre de la comunidad”, afirma. “La Reserva Imataca es muy grande, a veces, como un país. Vivimos libres en los bosques y ahora trabajamos con su manejo para enseñar a los cipianioro –que son los no indígenas– cómo se vive con y del bosque, mientras se cuida para que siempre permanezca”.

Vista aérea de Botanamo, una de las comunidades que colaboran con Tukupu en el bosque de Imataca. Foto: FAO Venezuela

Los inicios

La Reserva Forestal Imataca, declarada en 1961, cuenta con 38 219 kilómetros cuadrados y es poseedora de una enorme riqueza natural, así como de recursos forestales y minerales. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se trata de un territorio megadiverso donde habitan 168 especies de mamíferos, 614 de aves, 358 de peces, 119 de reptiles y 76 de anfibios.

El propósito de crear un proyecto para su protección y aprovechamiento sostenible nació en 2016 dentro del propio pueblo Kariña, con la intención de detener la destrucción y extracción de recursos por parte de empresas que trabajaban sin el consentimiento y sin ningún beneficio para las comunidades que han habitado el bosque ancestralmente.

Tukupu ahora beneficia al pueblo kariña con los recursos que extraen de forma sostenible del bosque Imataca. Foto: FAO Venezuela

Por eso, el mismo año solicitaron el apoyo de la FAO, que empezó a colaborar en el proyecto de creación de la empresa a partir de una consulta a la comunidad. Así, como un paso inicial, las mujeres se organizaron para crear los primeros conucos o huertos para sembrar comida y plantas útiles para reforestar las zonas degradadas.

Para 2020, con la empresa establecida —llamada formalmente Tukupu, Empresa Forestal Indígena— el Ministerio para el Ecosocialismo (Minec) le concedió al pueblo Kariña las 7000 hectáreas para arrancar una administración conjunta, al mismo tiempo que esta área se convirtió en un espacio para la capacitación, sobre todo, de las mujeres que ahora lideran activamente el desarrollo del territorio y la conservación de la biodiversidad.

“Las mujeres siempre han trabajado y enseñado, pero hoy en día son las que llevan adelante a Tukupu por la oportunidad que se les dio”, agrega Rivas, “esas mujeres indígenas ya no son tímidas como eran anteriormente, ahora saben conversar, compartir y dirigir”.

Las mujeres kariña lideran la empresa utilizando sus conocimientos y capacidades para el cuidado del bosque. Foto: FAO Venezuela

Los logros

Uno de los puntos claves ha sido definir la forma en que se comercializa la madera, para ello se ha trabajado en la ordenación del área asignada que define los bienes forestales maderables y no maderables que podrán ser extraídos.

“Los bosques dan tres tipos de madera: madera dura, madera semi dura y madera blanda”, explica Cecilia Rivas. “Una parte se trabaja directamente, pues se tiene convenio con privados para procesar una parte con participación de los kariñakon –hombres kariña– en esos trabajos y de ahí saldrá material tabla, listones y madera dimensionada para trabajo de carpintería de los Kariña”.

Además, ahora buscan cómo entrar a un mercado mayor, donde se requiere del interés de compra de parte de empresas que apoyan los fondos verdes, agrega la capitana.

Los hombres kariña se encargan del procesamiento de la madera y de otros productos generados en Tukupu. Foto: FAO Venezuela

Sin embargo, los beneficios van más allá. A partir del trabajo de Tukupu, la FAO y su equipo de especialistas evaluaron parcelas para determinar el stock y flujo de gases de efecto invernadero, donde más de 23 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono equivalente, directas e indirectas, fueron evitadas.

“Estamos dando oxígeno a otros países”, asegura Rivas. “Estos bosques son un pulmón de Venezuela y lo que estamos cuidando no es solo para mí, sino para el mundo entero. Todos debemos cuidar un poquito este pulmón, pero pasa que mucha gente no tiene esa visión y piensa solo en destruir y me fui, pero nosotros no”.

En los huertos de Tukupu se ha logrado una producción estimada de 20 mil plantas diversas. Foto: FAO Venezuela

El profesor Alex Cegarra, coordinador técnico del proyecto Ordenación Forestal Sustentable y Conservación de Bosques en la Perspectiva Ecosocial de la FAO, es una de las personas que ha acompañado a la empresa Tukupu desde la fase inicial de organización comunitaria y que hoy beneficia a 12 comunidades kariña, con 1511 personas involucradas y donde el 58 % son mujeres.

“La idea es hacer que las personas en el territorio participen con la corresponsabilidad y, por supuesto, con los beneficios que genera la participación”, comenta. “Allí hay algo muy importante y tiene que ver con el hecho de que no es una empresa que viene a un territorio y se lleva algo, no, ellas y ellos viven ahí, es su casa, es su hábitat. Por tanto, cuando hablan de ser guardianes del bosque es porque es el territorio donde van a permanecer sus hijos”.

Para lograr el comanejo forestal se incorporó la cosmovisión indígena, explica Cegarra, donde el inventario forestal, el levantamiento de la cartografía, el diseño de la vialidad y de los patios de acopio se construyeron con la visión de la gente del pueblo y con la formación y capacitación permanente de la FAO.

El profesor Alex Cegarra ha encabezado las investigaciones del proyecto en coordinación con el pueblo kariña. Foto: FAO Venezuela

Un bosque para las generaciones venideras

Ahora Tukupu, con el financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM) –o Global Environment Facility (GEF), por sus siglas en inglés, una asociación integrada por 18 organismos y 183 países–, ha logrado establecer 12 viveros comunitarios y familiares, ha restaurado 312 hectáreas, ha reforestado otras 113 y 10 hectáreas adicionales para la forestería análoga, una técnica para restaurar los bosques explotados.

Además cuenta con 189 hectáreas donde se desarrolla un sistema agroforestal –que combina plantas como árboles y palmas con cultivos agrícolas en la misma parcela– orientado a garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades, y que incluye cultivos tradicionales y especies frutales. Para ello, también han organizado paquetes de semillas para sembrar en época de lluvia y expandir los huertos familiares.

La comunidad participa en los huertos o conucos para lograr plantas que sirvan para reforestar o para la producción de frutos para la comercialización y autoconsumo. Foto: FAO Venezuela

En los campos que habían sido degradados, las mujeres kariña ahora siembran cacao, café, guanábana, guayaba, naranja y mandarina, entre otros frutos. Además han implementado una carpintería artesanal y se ha inaugurado la primera fase del mercado indígena en la Casa Kariña, en la localidad de Tumeremo, donde se vende además miel, pan, aceite y carbón producidos por la comunidad.

“Cosas que sirven para los mismos bosques, para los huertos y para que los hermanos indígenas sean sustentables”, agrega Cecilia Rivas, “es para que tengan un aprovechamiento y que, de toda la producción que están sacando, las hermanas y hermanos puedan tener otros ingresos para mañana”.

En los huertos se producen especies forestales como el algarrobo (Himenaea courbaril) y el zapatero (Peltogine porhyrocardia), además de especies frutales como guanábana, tamarindo y mango. Foto: FAO Venezuela

Rivas es insistente cuando afirma que todo esto, de alguna forma, es para que las generaciones venideras no sufran lo que han sufrido antes los pueblos indígenas y que encuentren en el bosque de Imataca un espacio para vivir como ella misma lo ha hecho.

“Es nuestra Pachamama y, si mañana yo no estoy, los niños cuidarán su bosque”, concluye Rivas. “Los estudios que se han trabajado en estos años están diciendo que el gran bosque de Imataca aún está a tiempo de salvarse, por eso nuestro empeño en cuidarlo para los Kariña y para las comunidades y gentes del país”.

Las y los niños son parte de las actividades de Tukupu con la intención de que adquieran conocimientos y se conviertan en los nuevos guardianes de la Reserva Forestal Imataca. Foto: FAO Venezuela

Imagen principal: Cecilia Rivas, capitana kariña y fundadora de Tukupu, Empresa Forestal Indígena. Foto: FAO Venezuela