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A pesar de que en América Latina se observan historias exitosas de mujeres que han logrado trascender en la dimensión política -como es el caso de la elección de tres mujeres presidentas en los últimos años en la región-, aún hay mucho camino por recorrer para superar las limitantes que tienen que afrontar las mujeres para el pleno ejercicio de sus derechos en la sociedad.

El rol de la mujer rural en los procesos productivos y la generación de valor y distribución de beneficios. Este fue el tema que congregó a mujeres rurales productoras, funcionarios públicos, investigadoras y representantes de organizaciones que luchan por los derechos de la mujer en el II Conversatorio Internacional sobre mujer rural realizado del 27 al 29 de octubre en San José, Costa Rica.

Más de 70 mujeres de 14 países de América Latina participaron en este encuentro de tres días organizado por la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra (International Land Coalition - ILC), el Centro de Mujeres Afrocostarricenses y el FIDA para dialogar y compartir experiencias sobre la participación y los desafíos de la mujer en las cadenas de valor. Este segundo conversatorio da seguimiento al realizado en Bogotá, Colombia en julio de 2010, el que se centró en el acceso y control a la tierra y otros recursos, la reducción de riesgos, y el rol de mujeres en emprendimientos productivos.

Durante el Conversatorio se llevaron a cabo diversas presentaciones y sesiones de trabajo grupal con el fin de proponer recomendaciones para fortalecer la participación de las mujeres rurales en las cadenas de valor ¬-desde la producción y el procesamiento hasta la comercialización-, de tal forma que puedan aprovechar las oportunidades y obtener las ganancias que les corresponden por el rol que desempeñan. El evento incluyó una visita de campo donde las participantes pudieron conocer interesantes experiencias desarrolladas en materia de asociatividad y producción orgánica.

Acceso a la tierra: primer paso para el empoderamiento

El diálogo evidenció una vez más la situación de desventaja de las mujeres frente a los varones en cuanto a acceso a la tierra y recursos naturales y los beneficios que se generan por dicho acceso. Esto, pese a que la mujer es la principal productora de alimentos y la encargada de la seguridad alimentaria del hogar y las comunidades en la región latinoamericana.

A pesar de que se ha avanzado a nivel normativo en lo que se refiere a protección del acceso a la tierra para las mujeres, aún existe una gran desigualdad. La propiedad de la tierra sigue estando principalmente en manos de hombres, lo que se explica en parte por las costumbres, el sesgo a favor de los varones en los programas y las capacitaciones del Estado, así como por las limitantes que tienen las mujeres para acceder al mercado de tierras, entre otros factores.

El acceso al activo tierra y los bienes productivos relacionados conlleva a incrementos en la productividad, mejorando los ingresos de las mujeres y sus familias. El acceso seguro a la tierra y otros recursos naturales se presenta entonces como un elemento central para el empoderamiento y la emancipación de la mujer y contribuye a que esta tenga un mayor poder de decisión y autonomía en la esfera familiar y comunal.

Pero la importancia del acceso a la tierra va más allá. Constituye un derecho en sí mismo y tiene especial relevancia para la mujer por la discriminación y marginalización que ha tenido que enfrentar históricamente en la sociedad. El acceso al activo tierra tiene además un poder de transformación: opera en la subjetividad, contribuyendo a que las mujeres tengan una mayor autoestima, sentido de dignidad y motivación, lo cual repercute en un mayor reconocimiento de sus derechos y, por ende, en su empoderamiento.

 La necesidad de reconocer el trabajo productivo de las mujeres

Si bien es cierto que el acceso a la tierra -en sus distintos paisajes como el manglar, la costa, el bosque- y otros recursos naturales es un aspecto clave para la emancipación de las mujeres, no garantiza por sí mismo la superación de la pobreza y la dependencia. Es un primer paso necesario, pero no suficiente. Para poner fin a las desigualdades económicas y sociales, es preciso acabar con la invisibilización de la mujer como agente de cambio, reconocer su aporte en las distintas etapas de los procesos productivos y los beneficios que le corresponden por dicha contribución.

El reconocimiento pleno de las mujeres rurales y su participación en las cadenas de valor implica conocer en qué fase participan, qué hacen al interior de la cadena -contribuciones tangibles e intangibles- y las limitantes que afrontan. El rol de la mujer no es solo el de brindar ayuda, es un actor protagónico en los procesos.

La escasez de información y estadísticas, sumado a los criterios que se utilizan para el recojo de información -lo que se constata a través de los indicadores que contemplan en mayor medida a los varones y las categorías a las que tradicionalmente se le han asociado, como la de jefe de familia- contribuyen a la invisibilización de las mujeres.

Es por ello que es importante elaborar indicadores que tengan una significación para las mujeres y que recojan de forma efectiva la dimensión femenina de la agricultura. La información oficial con el desagregado por género resulta, entonces, central para la elaboración de políticas públicas. Ante este vacío, se deben explorar distintas formas para la construcción de la información (cruces de fuentes disponibles, búsqueda de estudios complementarios, entre otros).

Los desafíos pendientes

Mayor participación en espacios de discusión y decisión

Fomentar la participación de la mujer en espacios de diálogo, formación, intercambio y de toma de decisión es una tarea pendiente. Una mayor presencia en estos espacios permitirá que la mujer haga oír su voz y participe de forma más activa en la elaboración de propuestas e incidencia en políticas públicas, favoreciendo la generación de alianzas estratégicas.

Información y capacitación en temas clave

Para lograr un mayor desarrollo en las actividades agropecuarias y la inserción en los mercados, es fundamental que las mujeres se organicen y fortalezcan sus capacidades. Las mujeres deben informarse sobre sus derechos y capacitarse en diversos aspectos que van desde lo organizativo, lo productivo, hasta las nuevas tecnologías, combinando los saberes nuevos con los tradicionales.

Una experiencia interesante es la de FEMUPROCAN, organización gremial que apuesta por el potencial productivo de las mujeres rurales en el marco de un desarrollo integral que vincula la creación de distintas capacidades en el ámbito productivo y comercial con los procesos de incidencia política, formación de líderes y empoderamiento.

Los derechos tienen que verse de forma integral

Los derechos no son compartimentos estancos y solo su ejercicio conjunto puede generar cambios. El acceso y el control de recursos naturales y el derecho a la tierra deben ir de la mano con el acceso a los sistemas de crédito y de capacitación para lograr potenciar de forma efectiva las capacidades productivas de la mujer rural.

Formación de redes y alianzas estratégicas

Uno de los aspectos más desatacados durante los debates fue la importancia de la conformación de redes y alianzas entre distintas organizaciones e instituciones. Las redes que cobran vida por la activa participación de sus miembros pueden constituirse en plataformas efectivas para el intercambio de información y experiencias y facilitan el aprovechamiento de oportunidades.

Como resultado del evento, se conformó una red de mujeres virtual de organizaciones comprometidas con la defensa de los derechos de la mujer rural, la cual será dinamizada por las mismas participantes con el fin de dar seguimiento a las dinámicas establecidas en los dos Conversatorios Internacionales 2010.

A futuro, se espera poder realizar un encuentro de mujeres rurales, productoras, indígenas, campesinas y afro-descendientes en una feria continental para que se intercambien saberes, productos, experiencias y sonrisas.