No es de esperar que las tendencias del mercado pongan algún tipo de freno a las consecuenciasnegativas que puede acarrear la creciente ventaja que ofrece la producción de alimentos y combustibles de origen orgánico a los capitales, que en estas épocas andan buscando refugio, mejorsi es refugio con ganancias. Los últimos informes del año 2012 provenientes de la Organización de lasNaciones Unidas para la Agricultura (FAO), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe(CEPAL) y el instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)son contundentes al indicar que el precio de los alimentos seguirá subiendo, a diferencia de las otras materias primas, que muestran altibajos, de acuerdo al crecimiento o estancamiento de la economía mundial, la cual, como sabemos, anda con un ala quebrada (ver “Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas, una mirada hacia América Latina y el Caribe 2013” y “Estado mundial de la agricultura y la alimentación 2012”(CEPAL - FAO – ICCA).
Los gobiernos sudamericanos y las instituciones multilaterales conocen perfectamente la situación y,si bien han actuado en algunas áreas, como por ejemplo regulando la adquisición de tierras por partede capitales extranjeros, también están siendo notoriamente insuficientes en temas de tecnología y otros eslabones del área de gigantesco negocio del agro. Este puede prescindir de la propiedaddirecta de la tierra pero igualmente imponer un sistema productivo y una forma de negocios ymercado, generando mayor presión sobre la explotación de los recursos naturales y sobre el accesode campesinos e indígenas a la tierra y a sus oportunidades de articulación al mercado como productores.
La Declaración de la 42 Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada enjunio de 2012 en Cochabamba, Bolivia, fue una muestra clara de las contradicciones que los Estados están dispuestos a aceptar y rubricar en un documento, y de la dificultad que tienen, en la práctica, de equilibrar el bien nacional en términos de sostenibilidad y generación de empleo con las oportunidades de crecimiento económico, a pesar de que este rubro deja poca renta comparado con otras actividades extractivas (
Ver Diálogos 85 y
Exploraciones 12).
En cuanto a las instituciones de integración, destacan los cambios inesperados en el Mercado Común del sur (Mercosur), luego de la suspensión de la participación de Paraguay a raíz del golpe parlamentario que depuso al Presidente Lugo, la incorporación de Venezuela como miembro pleno, tramitada ya desde el año 2006, y la invitación al ingreso de Bolivia y otros países como miembros plenos (
Ver diálogos 25). Son cambios con consecuencias que ponen de manifiesto el desconocimiento de las dificultades en que ponen a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), que va camino a su desaparición (
Ver Diálogos 86).
A pesar de este panorama complejo, lo cierto es que el MERCOSUR mostró su fuerza como bloque económico y, al mismo tiempo, la tendencia del tipo de relaciones y tensiones que veremos en el futuro inmediato en la región. Para el desarrollo rural esto significa el predominio del libre mercado y, en gran medida, la expansión de la frontera del modelo brasilero, con sus luces y sombras (
Ver Diálogos 76 y
78).
Por otra parte, a pesar de que la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) ya se encuentra en etapa de institucionalización, muestra más vitalidad para temas políticos, que para asuntos del área del desarrollo regional. Es destacable la conformación de una plataforma de consulta a la sociedad civil que fue recibida por muchos movimientos sociales con gran entusiasmo, aunque el interés aparece deslucido en otras oportunidades como durante la sexta Cumbre realizada el pasado mes de noviembre en Lima, donde Se excusaron cuatro jefes de Estado que han sido sus más entusiastas impulsores: Dilma Rousseff de Brasil, Cristina Fernández de Argentina, Evo Morales de Bolivia y Hugo Chávez de Venezuela. El presidente ecuatoriano llegó tarde. Pero lo central fue lo poco trascendente de sus acuerdos. No se trata de un detalle que la Declaración Final no se ha hecho oficial y, más bien, se limitó a un informe del presidente Humala.
Respecto a los movimientos sociales, durante el año 2012 no han mostrado su mejor expresión, si bien es cierto que en muchos países lograron avances en espacios de representación ante sus gobiernos e incluso en algunos foros internacionales. La cercanía a los líderes de gobierno, a cargos públicos y una mayor articulación formal con los poderes nacionales, han generado cierto debilitamiento de la expresión de demandas, de los mecanismos de protesta y la independencia de las movilizaciones. Lamentablemente, en gran parte de los países hay fracturas importantes en el movimiento social de la región y, más lamentable aún, muchas veces éstas han sido patrocinadas por los propios gobiernos populistas que tienen discurso de izquierda.
Por todo lo anterior, el próximo año 2013 se viene con grandes desafíos. Desde el IPDRS esperamos que el debate sobre desarrollo rural de base campesina indígena sea más intenso, que se preste más atención a las inversiones públicas, al acceso de campesinos e indígenas a tierras, a su participación en los mercados en condiciones de equidad y a la responsabilidad de los consumidores. Por nuestra parte, continuaremos recogiendo y difundiendo información y testimonios sobre el derecho a la tierra y sobre buenas prácticas del trabajo de producción en el campo.
* Oscar Bazoberry es sociólogo, con maestría en desarrollo rural. Dirige el Instituto para el desarrollo Rural de Sudamérica y coordina la maestría de desarrollo rural del Programa de Post grado en Ciencias sociales (CIDES) de la Universidad mayor de San Andrés (UMSA) en La Paz, Bolivia.
Carmen Beatriz Ruiz es comunicadora social, con maestría en Ciencias sociales. Integrante del IPDRS, es investigadora en temas de desarrollo rural y derechos humanos y tiene a su cargo la estrategia de comunicación.