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Este 10 de julio en el IPDRS, tuvo lugar el convite: “Cartografías Textiles: Pedagogía para disoñar planes de vida territorial”. A través de una perspectiva metodológica, Isabel González Arango compartió con el público, integrado fundamentalmente por mujeres, una serie de experiencias en torno a las prácticas textiles como narrativas de denuncia y reparación, creadas por mujeres que fueron víctimas directas del conflicto armado en Colombia.  Esta inspiradora exposición, permitió reconocer el potencial del textil como método y documento, para conocer la realidad a través de prácticas corporales y enfrentar los retos del presente y el futuro de nuestros territorios.

Isabel González inició su exposición reivindicando su posición como tejedora antes que como antropóloga, pues esta posición le otorgó la posibilidad de ser consecuente con las necesidades políticas de su entorno y con otros ámbitos en los que transita, como el ámbito académico. Desde el año 2007, comenzó a propiciar prácticas artísticas colaborativas en la Universidad de Antioquia, mediante proyectos de extensión universitaria que no se enmarcan en la investigación pura sino que persiguen acompañar procesos sociales y experimentar metodologías de investigación-acción y desde el año 2009, es co-gestora del Costurero Tejedoras por la Memoria de Sonsón.

La propuesta metodológica de Isabel, tuvo inicio junto a un equipo transdisciplinario en el que se pretendía trabajar el tejido, la memoria y la salud mental en el municipio de Sonsón (depto. de Antioquia), después de la aprobación de la Ley de Justicia y Paz (2005) que pretendía facilitar el proceso de desmovilización de paramilitares en Colombia y eventualmente, de grupos guerrilleros. En este contexto las víctimas directas del conflicto armado se enfrentaban a grupos paramilitares en audiencias libres, en el intento por construir escenarios de “reconciliación”.

Se planteó entonces, trabajar en la Asociación de Víctimas por la Paz y la Esperanza junto a mujeres mestizas campesinas, que no necesariamente eran tejedoras aunque sí desarrollaban la costura para responder a sus necesidades cotidianas y sobretodo, compartían la necesidad de denunciar historias de violencia irresueltas y negadas, enfrentarlas y repararlas. La metodología fue construida a partir de preguntas generadoras que respondían a sus necesidades particulares: ¿qué es la verdad?, ¿qué es la justicia?, ¿qué es la memoria?, ¿qué es una víctima?, ¿cómo se entiende la reconciliación? 

El primer taller realizado fue un taller de muñecas, propuesta bastante diferente a las que ofrecían las instituciones para trabajar con las mujeres en este contexto. La elaboración de las muñecas permitió que la memoria de las mujeres aflore: muchas de ellas nunca habían tenido la posibilidad de jugar con muñecas durante su infancia, cuestión que les permitió retornar al pasado y reconocer una serie de elementos que formaron parte de una violencia estructural en sus vidas. De esta manera, la elaboración de muñecas fue una forma de trabajar historias de vida de forma práctica y creativa, activando la memoria en distintas etapas del proceso y otorgando un papel activo a las mujeres.

Tras esta primera experiencia, más tarde se emplearon distintas técnicas para trabajar temáticas particulares. La expositora explicó que el empleo de cada técnica o material nunca es arbitrario. Para trabajar la reparación por ejemplo, se elaboraron quitapesares y cuando el territorio comenzó a trabajarse, se realizaron colchas a partir de retazos unidos colectivamente.

El año 2016 en el contexto de negociación con las FARC, comenzó a hablarse de “paz territorial”, reconociendo a los territorios como escenarios clave para la resolución de problemas recurrentes en los procesos de postconflicto. En este contexto, se planteó repensar ¿qué significaba la paz para los colombianos y las colombianas?, ¿qué es el territorio? y, particularmente ¿cómo es vivido por las mujeres? De esta manera, se comenzó a trabajar cartografías en las que cada detalle en cuanto a la técnica y material empleado, implicaba un significado: ¿qué significaba utilizar una aguja o cortar la tela (territorio) con una tijera? En este proceso surgieron nuevas problemáticas experimentadas en el territorio como la minería, las hidroeléctricas o los conflictos interétnicos, no contempladas en las propuestas estatales de resolución y la elaboración de cartografías textiles permitió visibilizar los bienes comunes, renovar problemáticas y considerar posibilidades para su resolución. 

En el mismo año, la Red de Tejedoras por la memoria y la vida elaboró un mapa de Colombia en el fueron señalados los 282 líderes sociales asesinados en la defensa de su territorio durante aquella gestión. Cada punto rojo en el mapa, que señalaba a cada líder asesinado, fue extendido al bordado de un pañuelo en el que cada líder era nombrado de forma más extensa. Este trabajo implicó también la ocupación del espacio público, involucrando a la ciudadanía en el trabajo colectivo del bordado, así sea de forma momentánea, como una forma de impedir la invisibilización de las fuertes problemáticas que se viven en Colombia actualmente. El pasado 5 de julio, en el velatón: jornada de rechazo a los asesinatos de líderes sociales en Colombia, la red de tejedoras estuvo presente bordando, en una acción pacífica pero potencialmente interpeladora. Dolorosamente, ese mismo día la cifra de líderes asesinados aumentó a 311.        

Si bien el potencial del textil como medio de denuncia y reparación fue valorado por los y las participantes, durante el convite también fueron repensados sus alcances. La expositora expresó que algunos colectivos cuentan con mucho reconocimiento en Colombia, mientras que otros comienzan a establecerse. En todo caso, la búsqueda por consolidar la valoración del textil como documento (práctica textual local) y testimonio, otorga la posibilidad de contar con historias no oficiales, sumamente encarnadas, que debieran considerarse a un mismo nivel de jerarquía que los documentos empleados por las instituciones jurídicas oficiales, para de esta manera hacer frente a los conflictos también en el plano legal. Mientras tanto, experiencias similares vuelven a brotar en distintos países de América[1], son intercambiadas metodologías y los mismos textiles viajan a distintos países, contando historias, visibilizando problemáticas encubiertas, conectando y fortaleciendo redes.

El acto de tejer se constituye como un medio de reparación interna y subjetiva para las mujeres, pero también como una posibilidad de enfrentar los retos del futuro. Disoñar, significa diseñar y a la vez proyectar sueños. Cuando un textil es elaborado proyectando aquellos deseos, aunque sea en un plano micro, éstos comienzan a materializarse y aclararse, mapeando el camino a seguir. 

[1] Vale la pena recordar el trabajo de las arpilleras chilenas durante la dictadura de Pinochet, desarrollado ya en la década de los setenta.