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fuente: Expreso.Ec

La falta de un trabajo estable afrontan los jóvenes del sector rural. El sistema los margina.

No hay una salida visible e inmediata a la problemática que viven los jóvenes del campo. No la hay, hasta ahora, para Lady, Amparito, Daniel, José o ‘El Chino’. No importa el género: los chicos de 12 o de 22 no tienen oportunidad de mejorar su nivel de vida. Sobreviven.

Jorge Mayorga y Patricio Alcívar, quienes han quemado sus años en la tierra de La Porfía, en Jujan (Guayas), hablan de las causas de la falta de oportunidades de la gente joven que trabaja con ellos. Y coinciden. Escasos recursos económicos, falta de servicios básicos, poco acceso a la tecnología, sobrepoblación en hogares.

“Ahora anda gente del Gobierno viendo si hay menores trabajando en los cultivos, y eso es un problema, porque los jóvenes tampoco estudian: no hay dinero para mandarlos a la ciudad y si van ¿dónde hacen las investigaciones que mandan los profesores? no hay Internet y la energía se va constantemente”, dice Alcívar.

Amparito vende mangos en la vía. Es de Tres Postes, tiene 15 años y es cristiana. Estudiaba el primer curso en el Instituto Babahoyo, pero se retiró porque se quedó supletorio en Matemáticas y no quiso rendir el examen. Lady, de 12, tampoco va porque su papá cree que se va a “hacer de compromiso”.

Jorge Mayorga cree que el joven de campo tampoco tiene opciones en la ciudad. “Ahora, mínimo, piden título de bachiller, y no es lo único. ¿Qué sabe el campesino de soldar, de la construcción y otros oficios?”.

Aunque hay datos estadísticos estos son marginales, no están identificadas encuestas sobre aspiraciones, gustos, expectativas.

Las cifras de 2010 hablan de 4,7 % de analfabetismo de jóvenes rurales y 61 % con educación básica. Son datos suficientes como para pensar que la ciudad no los va tratar más que como obreros o jornaleros. “Su futuro” y “su presente es el campo”, dice Mayorga, un compositor de amorfinos que también guitarrea, cultiva cacao y arroz y es aficionado a encontrar y desenterrar lo que los antepasados guardaron en el fondo de la tierra.

Muchas familias tampoco tienen tierra y mucha de ella está retaceada. Los que la tienen a veces no cuentan con capital para trabajar como es debido, con riego, fertilización y control de plagas. Tanto el Grupo Diálogo Rural, como el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, han intuido un grave problema en este segmento y este año será de un arduo trabajo en busca de políticas que ayuden a sembrar jóvenes en el campo. Pero algo más de fondo falta: investigación de campo.

Ney Barrionuevo, del GDR, dice que los objetivos son conocer algunos elementos clave sobre la realidad de los jóvenes rurales; dialogar y proponer temas relevantes; sugerir líderes de jóvenes rurales a que participen en los diálogos.

Es que la ciudad desconoce el agro. Las mujeres se unen con su pareja a los 12 o 13 años, lo que las deja con pocas oportunidades. Y a los hombres jóvenes y con hijos no les alcanza el jornal de 10 dólares.

“Hay necesidad de profundizar en las políticas públicas, identificar cuáles son las necesidades de los jóvenes y trabajar en instrumentos que permitan operativizar conceptos y proveer a los tomadores de decisión de insumos para la construcción de políticas más acertadas para ese grupo objetivo”, dice Marco Zapata, del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

La realidad en la Costa es que, en especial las mujeres, son más propensas a sufrir. Muchas forman un hogar pero deben trabajar como jornaleras, lavar, cocinar, planchar, criar animales y atender hijos.

La mayoría de jóvenes está en el campo. El 28 % PEA (Población Económicamente Activa) es joven y de ella el 33 % es rural. El 73 % está en el agro y el 6 % desempleada, 66 % es informal, reporta el GDR.

Barrionuevo detalla las condiciones de vida de la juventud del agro y cita datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que ha concluido que el 20 % de los jóvenes en el medio rural no estudian ni trabajan, “lo cual obedece a causas muy estructurales y tiene profundas consecuencias, afectando principalmente a las mujeres” indicó.

Los incentivos para que los jóvenes permanezcan o regresen al campo fue la propuesta de Ángel Catucuamba, joven representante de la Asociación de Lecheros de Cayambe. Para él mejorar la formación de los agricultores, fomentar la asociatividad, redistribuir la tierra y lograr la participación social y política de la juventud campesina, deberían ser parte de los procesos de reflexión.

Reflexión. Mantener a un hijo hasta los 18 años es bastante duro, dice Patricio Alcívar. “Hasta los 18 años qué aprende un muchacho que anda vago...”. “Hay que dejar que los menores trabajen con la familia”.

Las frases

“Hay que contraponer todo lo que se va a hacer con estudios más densos que permitan reconocer qué es un joven rural más allá de la ubicación geográfica ¿Qué variables hay más allá?”.

Francisco Ron, Centro Andino de Acción Popular

 

“Se debe considerar un enfoque de integración de los jóvenes a los proyectos que se impulsen para el Buen Vivir Rural. Hay que involucrar a los GADs. El campo debe tener los suficientes elementos para poder vivir adecuadamente”.

Jamil Ramón, Coordinación Interinstitucional Magap

 

“El objetivo de una política pública no debe ser que los jóvenes se queden en el sector rural, su objetivo debe ser que los jóvenes se articulen al desarrollo de su comunidad. La educación no está enfocada en ese sentido”.

Mauricio Peña, consultor

 

“No hay muchas oportunidades en el sector, por lo que es importante trabajar en la mejora de los conocimientos, por ejemplo, mejorando las mallas curriculares de los colegios técnicos agropecuarios y facilitando servicios de apoyo”.

Paulina Cadena, Coordinación de Innovación Magap

 

“No hay que ver las cosas en blanco y negro; no todos los jóvenes quieren salir, hay muchos jóvenes que quieren quedarse en el campo. Hay que analizar el entorno y ver cuáles son las necesidades...”.

Johanna Renckens, representante de Veco Andino

 

“Las extensiones que existen de las universidades en el campo no están funcionando, porque para obtener un título se requieren de 5 años; las carreras agropecuarias no son las más demandadas”.

Lenin Vinueza, Universidad San Francisco de Quito