Desafíos actuales de la agroecología
en Sudamérica
Lorenzo Soliz Tito
Filósofo con maestría en Seguridad Alimentaria
y Desarrollo Humano, Responsable del Área
de Desarrollo Territorial del IPDRS
Entre el 15 y 20 de mayo del presente año se llevó a cabo en Bolivia el Encuentro Regional y el Foro Agroecología, Gobernanza Territorial y Buen Vivir, con la participación de instituciones y organizaciones productoras y productores y autoridades de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, uno de cuyos objetivos fue contribuir al debate acerca de la agroecología y la gobernanza territorial, como modelo alternativo para el buen vivir, desde las experiencias de América Latina y los avances y aportes del Programa Transición hacia la Agroecología Campesina al Servicio de la Soberanía Alimentaria, TACSA. Dicho programa se implementa en países andinos de Sudamérica y en África y Asia, con el apoyo del Comité Católico contra el Hambre y para el Desarrollo -Terre Solidaire, CCFD-Terre y la Agencia Francesa para el Desarrollo, AFD.
El IPDRS fue invitado a participar en el mismo, y nos parece digno de socializar y compartir algunos de los resultados, avances y nuevos desafíos de la agroecología y la gobernanza de los territorios, válidos para toda la región sudamericana. Aquí algunos de ellos.
Se ratifica que el horizonte de la agroecología es el vivir bien, en sus dimensiones humana, natural y espiritual. Vivir bien con uno mismo y con los demás; vivir en armonía con la naturaleza y los recursos naturales, estar en buena relación con las deidades y los seres sobrenaturales que son diversos en cada contexto sociocultural y que sustentan la vida espiritual. A partir de ellos se dan múltiples relaciones sistémicas.
La agroecología y la agricultura familiar indígena y campesina se llevan a cabo en un territorio (que puede ser una cuenca, un territorio indígena, un municipio o una región), y en que están presentes múltiples actores, con sus propias visiones e intereses. En ese marco, se ratifica que la agroecología es una respuesta y una forma de vida que defiende los territorios frente al avance del extractivismo minero o del agronegocio basado en la deforestación y la quema, como estrategia de disputa territorial y por los recursos naturales.
La agroecología se da en un campo de disputas territoriales, pero también en el campo de disputas ideológicas y conceptuales; en el campo político; en el campo económico, la producción, las inversiones, políticas públicas y mercados (consumidores); en torno a los estilos de vida y consumo; en campo mediático; de los datos estadísticos y su manejo.
En ese contexto, la agroecología y la agricultura familiar de base indígena campesina se ha reafirmado y profundizado en su desempeño con avances importantes en la producción en los cuatros países implicados, con número importante de población que permanece en el área rural pero también la que combina con estancias a tiempo parcial y alta movilidad, contribuyendo no solo a la alimentación sino en las otras dimensiones del vivir bien en espacios locales.
Está siendo incorporada en las transformaciones sociales y territoriales locales que van ocurriendo, por ejemplo, en Buga, Colombia o en el autogobierno indígena originario campesino de Charagua, Bolivia, donde la agroecología es central en los procesos actuales de transformación que están en curso. También se ha avanzado en la mayor comprensión, posicionamiento y movilización en su defensa, aunque mayormente a niveles locales. Pese a estos avances, la capacidad de abastecer de alimentos a las poblaciones cada vez más concentradas en las áreas urbanas aún sigue siendo limitada y es todo un desafío. La probable crisis alimentaria como efecto de la guerra Rusia-Ucrania, la pondrá a prueba nuevamente.
La agroecología para consolidarse requiere lograr un escalamiento hacia el territorio y la gobernanza del territorio, y aunque se evidencia que se ha avanzado, éste sigue siendo otro desafío, requiere de políticas públicas, de incidencia política, social y pública. Las políticas públicas, que sí se han logrado en los cuatro países donde se implementa el programa (sobre productos, ferias, mercados, inversiones), no son suficientes, es necesario pasar a la práctica, a su aplicación, al seguimiento y control social, evaluación y ajuste en caso necesario. Se requiere también de nuevas alianzas o alianzas renovadas con por ejemplo la economía solidaria, la gastronomía, el turismo y las compras públicas.
La sostenibilidad de la agroecología y la agricultura familiar depende también del mercado, de la codependencia rural-urbana y de la codependencia productor-consumidor, a veces con la participación del intermediario, muchas veces visto como “enemigo” debido a su rol tradicional de extracción de la mayor renta del eslabonamiento. Pero hay diversas experiencias de eslabonamientos justos y de beneficio mutuo, lo que muestra que nuevas alternativas en esta materia son posibles. Y los productores de la agricultura familiar y los agroecológicos son también consumidores.
La resistencia a la denominada biotecnología –en rigor necrotecnología: agrotóxicos, semillas transgénicas, entre otros- es una reafirmación de las productoras y los productores a la autonomía en materia de semillas y tecnología, que prefieren criar y mantener sus propias semillas, criollas, nativas y diversas, que se constituyen en una enorme riqueza y patrimonio que han preservado para la humanidad. Sin embargo, algunos comunarios, incluso organizaciones de pequeños productores, se ven tentados por la necrotecnología y el agronegocio y la minería, hecho que se constituye en desafío para las mismas comunidades y los territorios. A la misma vez, este hecho, es una interpelación a la limitada disponibilidad y acceso a insumos y tecnología para avanzar más en la producción agroecológica y su transformación y comercialización. Solo la fuerza humana resulta suficiente.
Los conocimientos locales, que se toman en cuenta en la agroecología, no son estáticos, avanzan, cambian. Por otro lado, algunos conocimientos ancestrales ya no dan certezas a los ciclos de cultivos, en buena parte debido a los efectos del cambio climático. Hay nuevos conocimientos que se van generando en las comunidades y por los productores agroecológicos que no son sistematizados. Por ejemplo, la recuperación de la diversidad agrícola en los andes peruanos de 30 a 150 variedades de papa lleva consigo un conjunto de conocimientos y tecnología ancestrales y nuevas, lo mismo las variedades de quinua en Ecuador y las semillas nativas de maíz en el Chaco boliviano. Asimismo, hay nuevos problemas o necesidades que las y los productores requieren de respuestas técnicas para la producción y transformación. Si bien la producción agroecológica tiene mayor capacidad de resistencia y resiliencia, la intensidad de los efectos del cambio climático y que se vienen acentuando, la ponen cada vez más en mayor riesgo. Es todo un desafío afrontar dichos riesgos y amenazas. Los estudios y la academia debieran volcar su mirada a estos nuevos campos.
Hay un mayor empoderamiento de las mujeres no solo en su rol productivo tradicional, sino que han avanzado en la transformación y comercialización de sus productos en ferias locales o subregionales, donde son actoras visibles en el espacio público, y han avanzado en alguna medida hacia su autonomía económica; es mayor su aporte económico a la economía familiar. Sin embargo, en la mayoría de los casos lo hacen sin dejar de realizar sus actividades domésticas y de trabajo del cuidado, lo que es otro desafío para quienes propugnamos la agroecología como alternativa para el buen vivir.
La transición agroecológica que se propugna es un proceso lento y depende de varios factores externos y no solo de la voluntad familiar o comunal. Incluye primero un cambio en la mentalidad, una opción por la agroecología, por una forma de vida distinta. Requiere de un entorno propicio y la participación de otros actores y sus diferentes roles: mercado/consumidores, proveedores de insumos/servicios, vecinos pares (mujeres y hombres agricultores/productores), nuevas políticas, inversión pública, tecnología… Puede llevar más tiempo de lo previsto.
Inclusión de la juventud en la economía de la agroecología aún no se amplia, se mantiene limitada. Las condiciones para su participación y el acceso a la tierra y recursos productivos son limitados y poco promisorios. Mucha de la juventud –cada vez más formada y con acceso a recursos tecnológicos, el internet y las redes sociales- sigue viendo su futuro fuera de sus comunidades y territorios, en las industrias extractivas y el agronegocio (al igual que algunos adultos). Ello evidencia también que no han mejorado las condiciones en los territorios para atraer a la juventud, no solo en la producción agroecológica sino en otras actividades no agrícolas.
Hay mayor conectividad en territorios rurales, pero el acceso y el uso de la tecnología es aún limitada para buena parte de la población rural. Pese a ello, las redes sociales, los grupos WhatsApp entre otros están generando nuevas formas de relación entre productores y consumidores, hay un nuevo habitus en la compraventa y el consumo en zonas rurales incluso en comunidades remotas, lo que puede generar nuevas oportunidades, pero también requerimiento de ajustes en las ferias y mercados locales, regionales y nacionales; procesos y dinámicas nuevas que los agroecólogos deben tomar atención.
Pese a la evidencia del importante rol de la agricultura familiar, agroecológica y de base campesina indígena durante la etapa dura de la pandemia, las políticas de reactivación económica tras la crisis sanitaria, no las toman debidamente en cuenta. Nuestras economías van en nuevas olas de reprimarización, se privilegia al agroextractivismo, la agroexportación, los monopolios y las transnacionales. Ni el estado, ni los bancos ni las universidades –salvo excepciones- miran a la agroecología como alternativa para la vida humana y del planeta, sino el crecimiento económico y el consumismo.
Es indudable el aporte de la agroecología a los desafíos de la agenda global, aunque está poco visibilizado; requiere renovar su propia agenda precisamente en el marco y contexto de los problemas globales actuales y la agenda global climática, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la restauración de los ecosistemas, el decenio de la acción por el agua, los derechos de los pueblos indígenas y los derechos campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales, entre otros. Nueva agenda de investigaciones prospectivas para la agroecológica, para afrontar los desafíos de la alimentación global al año 2050. Son también necesarias la renovación de la formación y el fortalecimiento de capacidades en agroecología como una forma de vida.
Es preciso renovar y fortalecer las alianzas, articulaciones y movilizaciones con múltiples actores a nivel local y en cada país y en la región que apuestan por la agroecología como alternativa de vida. Movimientos agroecológicos nacionales y regionales más articulados y más activos en diferentes espacios, con posicionamiento, propuestas, debates que, frente al extractivismo, permitan mayores avances en lo conceptual, en políticas y prácticas de la agroecología como forma de vida.