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Expertos de Argentina, Brasil y Paraguay dialogaron en la mesa número dos del Foro Andino Amazónico de Desarrollo Rural que abordó los impactos socioeconómicos y ambientales del agronegocio.

A continuación presentamos un resúmen de las intevenciones en dicha mesa:

Si la primera sesión del Foro fue, desde el testimonio de seis dirigentes campesinos e indígenas, un primer acercamiento a la constatación de que el perfil económico, político y social de la región, en términos globales, había cambiado muy poco en diez años de bonanza económica, la segunda sesión, desde la mirada de un sociólogo paraguayo y un periodista argentino, fue la plena confirmación de la abrumadora presencia, hegemónica y devastadora, al mismo tiempo, del agronegocio en la agricultura campesina en Paraguay, y en la vida cotidiana de miles de ciudadanos en Argentina. La nota distinta frente a este panorama llegó en la voz de una comunicadora brasileña que rompió la monótona presencia masculina en la emisión del discurso campesino e indígena para contar la vital presencia de las mujeres como portadoras de un otro discurso, profundamente político y ético, a la vez.

El Estado paraguayo jamás creó una sola colonia campesina

Paraguay estuvo por primera vez presente en el Foro Andino Amazónico. Quintín Riquelme, sociólogo, investigador y docente universitario, presentó en el encuentro un crudo paisaje de la presencia y el impacto del agronegocio sobre la agricultura campesina. Entre los muchos datos que Riquelme ofreció, uno en especial, referido al uso de la tierra en Paraguay, provocó la atención de quienes lo escucharon: de los 5,4 millones de hectáreas destinadas a la producción agrícola en el vecino país, apenas 430 mil se usan para el cultivo de alimentos, y 4,8 millones para cultivos industriales (soya, trigo, maíz, girasol). Esto explica —afirmó el sociólogo—, por qué Paraguay importa de Argentina el 97,7% de la papa que consume, y el 86% de la cebolla de cabeza, también de Argentina.

Otros datos, igualmente reveladores: hace diez años, en 2005, el agronegocio en Paraguay tenía en sus manos tres millones de hectáreas, hoy tiene siete millones de hectáreas; hace diez años, la población urbana registraba los más altos niveles de pobreza, hoy los paraguayos más pobres son los que viven en el campo;fue en la década de los años 50 cuando Paraguay optó por el modelo de desarrollo agroexportador basado en dos productos primarios: la soya y el algodón; y lo hizo a partir de tres medidas: 1) la ampliación de la frontera agrícola: 2) la aplicación de programas que permitían incorporar capital y tecnología; y 3) la modernización del aparato burocrático del Estado;el Estado paraguayo jamás creó una sola colonia campesina, todas las colonias campesinas existen gracias a la ocupación;el presidente Lugo (2008-2012) no logró distribuir una sola hectárea de tierra, a pesar de que su principal bandera de lucha era la Reforma Agraria.

Pueblos Fumigados y voces que el agronegocio quisiera silenciar

La tarea periodística de Leonardo Rossi lo ha llevado a develar la existencia de 12 millones de personas en zonas rurales y periurbanas que viven bajo el impacto de una verdadera “lluvia tóxica”. Son 12 millones de personas que conviven con la aplicación de agrotóxicos. Son los “Pueblos Fumigados” de Argentina, pueblos en los que más del 30% de su población muere por cáncer, mientras que en todo el país ese porcentaje es menor al 20%.

En 1992, en la agricultura argentina se utilizaban 30 millones de litros/kilos de agroquímicos; en 2010, cuarenta años después, se utilizan 300 millones de litros/kilos, diez veces más. De esos 300 millones de litros/kilos, 200 corresponden al uso de glisofato. Ésa es la cara “escondida” del agronegocio en Argentina.

Pero el periodista no se ha detenido en la mera denuncia, les ha devuelto la voz a las voces que el agronegocio ha querido silenciar. Una de esas voces es la de Sofía Gatica, activista de las Madres de Ituzaingó. Sofía perdió a su hija recién nacida en 1997, con una malformación de riñón; en 2001 comenzó a relevar el barrio ante la percepción de que había gran cantidad de enfermos de cáncer; un estudio médico oficial (noviembre de 2010) determinó que 114 niños (sobre 142) presentaban agroquímicos en la sangre. El movimiento Madres de Ituzaingó surgió en 2002 para luchar en contra de la plantación de soya transgénica y la fumigación de agrotóxicos que ocurrían cerca del barrio de Ituzaingó, en la provincia de Córdoba).

Otras voces: las de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados. Ya celebraron dos congresos y están prestos a llevar a cabo, en este octubre de 2015, su tercer encuentro nacional. La agenda de este congreso incluye los siguientes temas: abortos espontáneos, malformaciones congénitas, daños neurológicos y cánceres.

Los “actores” del movimiento popular en Brasil son, en realidad, actrices

Márcia María Tait Lima, comunicadora brasileña, realizó un estudio sobre la importancia del rol de las mujeres en los movimientos sociales y organizaciones de resistencia a los cultivos y semillas transgénicas en Brasil y Argentina. Una de esas organizaciones, que está presente en casi todos los Estados brasileños, es el Movimiento de Mujeres Campesinas, MMC. El MMC, desde sus inicios, en el año 2000, y como movimiento autónomo, articuló dos ideas: postuló  que “la liberación de la mujer es una tarea de la propia mujer”, y  propuso un “movimiento popular, feminista, socialista y por una agricultura campesina de base agroecológica”.

Las propuestas de este tipo de movimientos, también extendidos en Argentina, dejan en claro su sentido y proyección: proponen una agricultura familiar con protección de la biodiversidad y sin agrotóxicos; asumen como suyas la soberanía y seguridad alimentarias; nos hablan de sociobiodivesidad y agrobiodiversidad; propugnan cambios en las relaciones de género en la familia y la división y universalización de las tareas del cuidado; luchan contra la violencia y la desigualdad de género en todos los ámbitos de la sociedad; y promueven formas distintas de producir e intercambiar bienes, alimentos y productos.

Al poner evidencia el conflicto capital-vida, y al asumir que la esfera doméstica es crucial para toda actividad productiva, estos movimientos de mujeres campesinas, en la práctica, hacen suyo uno de los principales postulados de la economía feminista, la universalización de la “ética del cuidado”.

Carmen Munarini, militante del MMC: “No sé si el cuidado es algo natural de las mujeres campesinas. Lo que sé es que fuimos dándonos cuenta que esta manera de producir, el modelo de monocultivo con transgénicos, estaba destruyendo la vida y la biodiversidad, y esto nos llevó a ponernos delante en esta lucha. Nosotras siempre decimos que existe la posibilidad de producir y preservar a la vez”.