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Más de tres millones de personas se dedican en Ecuador a la agricultura familiar, una actividad fundamental para el cambio de matriz productiva en tanto garantiza la soberanía alimentaria, estimó hoy el académico belga François Houtart.

De acuerdo con el intelectual, esta modalidad productiva favorece además el cuidado del patrimonio natural para el futuro, y propicia una solución para salir de la pobreza y convertir a millones de ciudadanos en actores sociales, y no solo en beneficiaros de bonos humanitarios

En el Año Internacional de la Agricultura Familiar, declarado por las Naciones Unidas, el intelectual consideró que se trata de una oportunidad para priorizar la actividad, en un artículo publicado en el diario El Telégrafo.

No obstante, agregó, el sector no está valorizado pues los pequeños agricultores, especialmente si pertenecen a comunidades indígenas, son muchas veces despreciados, considerados como atrasados, poco productivos y condenados a la pobreza en sus minifundios.

De acuerdo con Houtart, ya se dio un paso de avance para elaborar políticas al respecto, con el taller nacional para la definición de la agricultura familiar en el país, realizado esta semana por convocatoria del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca.

Agregó que no será una labor fácil pues la realidad es compleja y difícil según las diferentes regiones del país (Sierra, Amazonía y Costa), y las diferentes nacionalidades indígenas que las habitan.

El experto, profesor del Instituto ecuatoriano de Altos Estudios Nacionales, mencionó que resulta necesario disponer de algunas condiciones para asegurar el avance de la actividad, como en primer lugar una distribución equitativa de la tierra.

También se refirió a garantizar la producción con el uso de semillas propias, el acceso al crédito y la implementación de nuevas herramientas; así como favorecer la comercialización por circuitos cortos, transportes adecuados e infraestructura rural suficiente.

Adicionalmente, estimó que una reforma agraria no puede solamente consistir en una repartición de tierras, sino que debe abarcar el conjunto de la vida rural, con sus dimensiones económicas, sociales y culturales.