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El chaco paraguayo se encuentra en un momento particularmente delicado: lidera la vergonzosa estadística de deforestación.

El Gran Chaco Americano es el mayor ecosistema de Latinoamérica; esta ecorregión es compartida por Argentina, Bolivia, Paraguay y, en una pequeña porción, Brasil.

Según datos de la organización Guyra Paraguay, el Chaco paraguayo enfrenta un promedio de 1.000 hectáreas deforestadaspor día. Estamos hablando de 365.000 hectáreas de monte virgen que cada año desaparecen de la faz de la tierra, con todo lo que ello implica en materia de biodiversidad.

La pavorosa destrucción que enfrenta la Región Occidental del Paraguay es resultado de la ampliación de las fronteras agropecuarias. En la misma proporción que se tumban los montes también aumenta la superficie destinada a pasturas para ganado.

Bolivia es el país con menor indíce de deforestación, con una media de 100 hectáreas. Ambos países, los más pobres de la región, contrastan también en el manejo de los recursos naturales.

Revertir este proceso es un desafío particularmente importante, pero al mismo tiempo puede constituirse en un punto complicado: por un lado, la destrucción lleva a la desaparición de la biodiversidad; por el otro, el argumento de la necesidad de producir alimentos se utiliza para justificar una tala que alcanza ribetes irracionales.

Existe otro factor en juego: el bajo precio de la tierra y la falta de garantías jurídicas para inversiones en otros países de la región, sobre todo en Argentina y Uruguay.

El resultado es la presencia de inversionistas en regiones que hasta hace 10 años se encontraban aisladas, como es el norte del Chaco paraguayo. La lejanía se convirtió en una aliada para evitar la destrucción hasta que se produjo el ingreso de grandes inversionistas provenientes de Argentina, Brasil y Uruguay.

La búsqueda de un equilibrio pasa por la capacidad del Estado para imponer límites a la destrucción, muy especialmente en una ecorregión que aún se encuentra en etapa evolutiva; de allí su extrema fragilidad.

Río Pilcomayo

Sin lugar a dudas, el río Pilcomayo es un tema resaltante en la agenda regional: Argentina, Bolivia y Paraguay comparten las aguas de un río errante e indómito.

En el caso de nuestro país, poco menos de la mitad del Chaco depende de este curso de agua. Por un lado tenemos las correntadas superiores y por el otro la alimentación de napas freáticas, así como otro factor igual de importante que es la generación de humedad para facilitar las precipitaciones pluviales.

El equilibrio que gira en torno al Pilcomayo es particularmente sensible a modificaciones. Un mal cálculo en la inclinación del terreno en la zona de los canales o una limpieza inadecuada puede hacer que Argentina o Paraguay queden sin las aguas que permiten soportar los largos meses de seca, en el invierno.

El Pilcomayo tiene como características el elevado transporte de sedimentos y los extremos de caudal que coinciden con los períodos de lluvias. Detrás del río Amarillo (China Popular), es el de mayor arrastre de sedimentos del mundo.

Todos los parámetros se presentan en forma extrema y, sin duda alguna, este río fascinante constituye todo un desafío para la tecnología moderna.

La deforestación y el Pilcomayo son dos ejes temáticos fundamentales en el momento de buscar una política de Estado en torno al futuro del Chaco paraguayo.

Mas información en el siguiente video:

Paraguay líder de deforestación en Sudamérica