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En el primer trimestre del año  Bolivia importó más harina   que trigo en grano  para la producción local del insumo básico destinado a  la elaboración del pan de batalla.

Por el déficit que existe en la oferta  interna, el país tradicionalmente ha recurrido a las compras en el exterior como a las donaciones   y hasta hace poco el Gobierno subvencionaba la harina que entregaba a los panaderos.

Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y elaborados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) revelan que hasta el mes de marzo las importaciones de harina sumaron 16,7 millones de dólares y las de trigo 1,6 millones de dólares (ver infograma).

A través de las redes sociales ciudadanos bolivianos informan que saldrán a protestar contra la legalización del uso de semillas transgénicas este sábado 23 de mayo, en las principales urbes del país altiplánico.

Las ciudades que ya han confirmado su participación son Cochabamba (Plaza 14 de Setiembre), Santa Cruz (Plaza Manzana 1), y La Paz (Plaza Abaroa).

Se espera que más personas de Sucre, Pando, Tarija, Oruro, Potosí y otras provincias se unan para defender las semillas nativas para la seguridad y salud del pueblo, así como la soberanía alimentaria.

El alza en el precio del pan de batalla es inminente después de que el Gobierno retiró ayer el subsidio a la harina destinada a los panificadores. El nuevo precio, que estaba fijado en 0,40 bolivianos, se definirá en un ampliado nacional convocado para mañana, en La Paz, informó anoche el dirigente paceño Félix Quenta, quien dijo que la subvención era de 40 por ciento.

La ministra de Desarrollo Productivo, Verónica Ramos, justificó la medida señalando que hay suficiente abastecimiento de harina y a bajo precio, por lo que no ve razón para subir. El analista Armando Méndez dijo que, en líneas generales, la medida es “oportuna” porque la subvención crea precios “falsos”.

Por otro lado, Anapo espera que el ahorro en el subsidio se destine a apoyar al productor triguero.

En este tramo del viaje los investigadores se aproximarán a la cultura boliviana y a los espacios naturales más destacados de la región.

El proyecto itinerante "Chaco Ra'anga" (el alma del Chaco en guaraní), compuesto por una docena de artistas y científicos de Argentina, Bolivia, España y Paraguay, ya está en territorio boliviano tras entrar a Yacuiba y dejar atrás Argentina. En nuestro país permanecerá diez días, en los que recorrerá los lugares más destacados del Gran Chaco.
 
En este tramo del viaje los investigadores se aproximarán a la cultura boliviana y a los espacios naturales más destacados de la región “para difundir sus valores y riquezas a través del arte, la ciencia y la comunicación social”, expresa su nota de prensa. 
 
La iniciativa también servirá de altavoz de los principales problemas que asolan el Chaco, una región abandonada históricamente a ojos de la sociedad. En Argentina los viajeros fueron testigos del amplio e intenso debate que existe en torno a "los modelos agroecológicos de la zona donde abundan los monocultivos extensivos de productos transgénicos", apuntan.

En el marco del respeto a la Madre Tierra normado por ley y de los resultados de la Cumbre Agropecuaria realizada en Santa Cruz el 21 y 22 de abril, evento que tuvo entre sus conclusiones la ampliación de la frontera agrícola, la diversificación de la producción y la extensión de las áreas de desmonte, es pertinente rescatar una pro- puesta y reflexión difundida por la Fundación Tierra en octubre de 2014.

En los últimos años, la idea de iniciar un proceso agresivo de ampliación de la frontera agrícola ganó mucho terreno en la agenda de la agroempresa cruceña y del gobierno nacional. El argumento principal consiste en que una mayor producción agropecuaria en las nuevas áreas de cultivo traerá consigo seguridad alimentaria para los bolivianos y el país se convertirá en uno de los mayores exportadores de alimentos para el mundo (1).

Esta agresiva agenda se ha convertido en uno de los temas más importantes en el campo agrario y rural. En primer lugar, la meta de ampliar la frontera agrícola a un ritmo de un millón de hectáreas por año es sumamente ambiciosa.